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Al fin se marchó la Navidad. Nos dejó papeles de regalo rotos, el estómago lleno y otro año por delante. Cambiamos el 8 por el 9, pero no nos hemos desecho de lacras del año pasado.

Por Mercedes Serrato. En la Franja de Gaza no parece que el conficto tenga los días contados, más bien todo lo contrario. 
 
Durante estas fiestas de amor y paz no nos ha faltado un día sin noticias negras, de esta parte del mundo, la cual, paradójicamente, fue la cuna de la festividad que nos ha envuelto.  Pero nos ha tocado vivir esto, la era de la información, para lo bueno  y lo malo. A pesar de que los periodistas no están teniendo facilidades para ejercer su labor, estamos informados del conflicto.
 
Balances de muertos, ayudas humanitarias que no llegan, y la desesperación propia de la situación…  Soportamos todo esto compatibilizándolo con nuestra vida; y ojo, no digo que esté mal, al fin y al cabo no podemos hacer mucho más, pero no deja de llamarme la atención esta integración de la tragedia en nuestra cotidianidad.

Por otra parte, tampoco hay que irse más lejos para encontrar tragedia, para inaugurar un año en que el número de víctimas por violencia de género me seguirá pareciendo alto…

En ámbitos menos extremos, junto con el turrón, he tenido en estas fiestas, el mal sabor de boca del último informe de Cáritas. Un exponente de la situación a la que hemos llegado de una u otra manera. Buscar culpables a la desgastada crisis, y lo de desgastada es por el excesivo uso de la palabra, no tiene sentido; la globalización, las políticas económicas y la propia avaricia pueden ser razones que a día de hoy no merece tanto la pena analizar como atajar. 

Clarísima imagen de la situación es ver una mañana la Plaza del Pumarejo, y observar las colas en la puerta del comedor que allí tienen las Hijas de la Caridad. La cola siempre ha estado, pero de un tiempo a esta parte se ha triplicado. Esta personificación del informe ocurre a diario, y tampoco se esfumó con las doce campanadas del día 31. Imagino que la publicidad, las uvas de la suerte, la canción de Mecano, e incluso la lencería roja, nos vendió que hay un kilómetro cero dónde todo se borra y vuelve a comenzar, y no es exactamente así, al igual que las rebajas del 2 de Enero, no fueron tan bajas…

Quizás, mirándolo todo con mas optimismo, tenemos un año por delante para luchar, para trabajar, para disfrutarlo, para que un amigo te ofrezca un rincón en la red dónde contar lo que te parezca… Un graderío en el que cabe todo, como cabía en esa Sevilla del Siglo de Oro, dónde mercaderes, nobles, pícaros, mendigos, damas con dueñas, artesanos y demás personajes de la época, se reunían para fines divinos y humanos. Conformado esto, con un año y un teclado por delante, sólo espero estar a la altura.

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Técnica Superior en Integración Social, Graduada en Trabajo Social, Especialista Universitaria en Mediación, Máster Oficial en Género e Igualdad. Actualmente Doctoranda en CC. Sociales; investigadora...