Hay mundos que nos resultan tan lejanos, inverosímiles y ajenos, que sólo viajar, o la forma estática de viajar, que es leer, pueden acercárnoslos.

Puede que aún siga en shock por la lectura de «El huérfano», del estadounidense Adam Jonhson, premio Pulitzer de 2014. Una novela altamente recomendable, que no es que lo diga yo, es que lo dice Michiko Kakutani, oigan. La historia transcurre en Corea del Norte y aunque me planteé hasta qué punto los discursos ideológicos en conflicto afectaban a la realidad del relato (un hijo del imperialismo hablando mal de la tierra del Querido Líder es como sospechoso), tras investigar y darle vueltas comprendí que la realidad supera a la ficción tantas veces que no era necesario andar tan alerta. Ningún resumen haría justicia a la historia, pero sobra decir que el escenario en que transcurre es descorazonador con la miseria, la propaganda partidista, la imposición de una utopía proletaria que se quedó en el peor punto del camino…

Mi hermano vuelve mañana de Corea, pero de la del Sur. Como también había leído el libro de marras, las comparaciones saltaban solas. Aquello es la cuna del capitalismo, sin acritud esto último. Al escuchar en un bar hip-hop de los noventa, algo trasnochado ya, preguntó el porqué de esa elección musical. No respondía a nada, simplemente les gusta escuchar cualquier música que provenga de USA, la que sea. Las chicas dejan el bolso en la mesa de los restaurantes mientras van al baño, supongo que por la baja criminalidad… Puede que el colmo fuera el wc, admito que mi hermano se está haciendo un experto en wc de todo el mundo. El seulense tenía ocho botones: «¿Ocho?» pregunté yo extrañadísima: «Sí, hace de todo, varios chorros a distintas intensidades, te seca… Incluso hay un botón que te mantiene la taza caliente, ese no es muy agradable pero para colmo le habré dado sin querer porque ahora casi quema…» respondía mi hermano mientras mi asombro crecía y crecía. Por lo visto el sumun del capitalismo es ese, que el sujeto encuentre la manera de no limpiarse por sí mismo… Claro que mi hermano me aporta un dato más inquietante aún; la ducha tiene cortinilla. En una habitación domótica que se controla todo mediante una tablet, dónde el wc tiene ocho botones ¿la ducha no tiene mampara o alguna modernez de ese estilo? no, tiene cortina de toda la vida. Según Jonhson, los vecinos norteños echan agua con un cucharón en la letrina colectiva, en los bloques de trabajadores más humildes al menos, donde la cortina no es un problema porque se lavan con palangana…

Quizás he encontrado el nuevo indicador social de la desigualdad, el baño es lo que jerarquiza este loco mundo donde el sistema político, el PIB, el uranio, divide un país en dos países, distintos como la noche y el día, donde la experiencia de ir al baño en uno y otro lugar debe ser irreal de puro diferente.

Técnica Superior en Integración Social, Graduada en Trabajo Social, Especialista Universitaria en Mediación, Máster Oficial en Género e Igualdad. Actualmente Doctoranda en CC. Sociales; investigadora...