El bagaje político de nuestro país, es como casi todo en España, variopinto. Pero si hay que quedarse con un momento memorable, de esos que despiertan un extraño orgullo, para mí es el reflejado en el Diario de Sesiones con fecha 1 de Octubre de 1931; el día que Victoria Kent pidió el «No» para el voto femenino.

Había que ser muy valiente en aquella época para pedir el voto para las mujeres, pero el valor que había que tener para que una feminista pidiera lo contrario, es incalculable. Pienso en Victoria Kent y en lo duro que tuvo que ser para ella llegar al convencimiento de que era lo mejor. Decía en su intervención, que nadie más que ella deseaba ver votar a las mujeres, pero que también deseaba, quizás con más fuerza, verlas llenar aulas sin ser la minoría que por aquel tiempo eran.  Afirmaba que las mujeres no se habían familiarizado con la República, no la entendían ni la vivían. No reivindicaban derechos, a merced de honrosas excepciones, y la lectura popular del asunto es que acabarían votando lo que les dijera su confesor o su marido que debían votar. Por ello quería aplazar el voto, darle años y oportunidades al asunto, pedir el sufragio para mujeres convencidas de sus derechos y deberes. Se enfrentó a la mismísima Clara Campoamor en una maniobra que hoy día nos resultaría incomprensible de pura coherencia y honradez.

Susana Díaz se encamina a su nombramiento oficial como Presidenta de la Junta de Andalucía. Es curioso las vueltas que dan las cosas, hace diez años no habría creído eso aunque me lo hubiesen jurado sobre cualquier libro sagrado. Si me lo permiten, la explicación más seria y politológica que le veo al asunto es la que vengo denominando como «El voto Mari». Susana es una de ellas, una «Mari» que podría ser la vecina de al lado, la mujer que nos da la vez en la frutería o la farmacia, la madre que cruza semáforos a todo correr porque el niño llega tarde al cole.  Solo hay que ver como la considera cierto sector femenino ¿Han probado a meter la oreja en los corrillos? He llegado a escuchar afirmaciones que van mucho más allá de: «Pues a mí la muchacha me gusta». He oído, al día siguiente de un debate electoral: «Que bien que estuvo Susana anoche… ¡como le calló la boca a Moreno Bonilla!». Imagino que les encantó aquello de que Díaz espetara que ella no había ido a colegios privados… Una afirmación suicida porque el PSOE, al menos en sus comienzos, se nutrió de aplicados chicos de colegios de curas y además ¿a qué colegio fue el candidato popular? De hecho, la presidenta en funciones podía haberle lanzado a la cara su licenciatura en Derecho. Me da igual si tardó ocho años, cinco, doce o tres, posee un título universitario que Juan Manuel Moreno ni se ha propuesto conseguir. Pero Susana no hace uso de él, parece ni interesarle. Poquísimas veces habla como una leguleya ¿por qué? porque ella es otra cosa, una «Mari», una muy orgullosa de serlo, y ojo, no seré yo quien diga que no debe estarlo… Sólo es que me da por pensar, mientras releo una vez más el discurso de la Kent e imagino que pensaría ella de esto… Al menos, Victoria, no podemos negar que lo lograste, votaron convencidas lo que ellas quisieron.    

Técnica Superior en Integración Social, Graduada en Trabajo Social, Especialista Universitaria en Mediación, Máster Oficial en Género e Igualdad. Actualmente Doctoranda en CC. Sociales; investigadora...