La Semana Santa, como elemento vivo está sujeto a las transformaciones propias de un movimiento social, porque le pese a quien le pese, hay un enorme componente cultural en esta celebración que condiciona hasta el rito y la regla más intocable.

Como a veces el sentido común es el menos común de los sentidos, nos estamos poniendo en situaciones kafkianas. Para muestra, las señales que prohibirán apostarse con la sillita de los chinos en un cruce o intersección. Ninguno de los que se apalancaban con sus pipas pensaba que incurría en un riesgo para la seguridad ciudadana. La acción de las señales responde a una medida de pedagogía social. Según he leído, primero vendrán las señales para «educar» a la población y tras unos años, las multas por incumplimiento de las mismas. Puestos a emprender el arduo camino de la educación cívica a mí se me plantea otra incógnita ¿qué hacemos con los «bordilleros»? Porque los hay que no usan sillita pero que obviamente se cansan igualmente, y sí, es razonable sentarse en un bordillo pero como ya hemos comprobado que el sentido común no sobra, resulta que en los últimos años es imposible encontrar un hueco para cruzar de una acera a otra sin correr el riesgo de pisar o molestar a una reposada persona esperante…

No sé cual sería la solución, tal vez una normativa municipal de número limitado de bordilleros. Podríamos hacer un cálculo en base a las dimensiones del espacio, relacionando así el número de culos que pueden plantarse en función de los metros cuadrados, reservando el consiguiente espacio para el cruce de peatones. Sé que suena gilipollesco pero como andamos cortitos de lógica, habrá que andar largos en normativas surreales.

Y este año tenemos un nuevo fenómeno que atender: los palos de selfie. Lo que le faltaba a la fluidez del tránsito cofradiero era gente parada en mitad de la bulla con un palo. Ya me lo imagino: «Mira, la Mari y el Kiki nos mandan su foto con el Cristo X de fondo, que guapo tío…»

Nos creíamos que el sujeto de la escalerita y el trípode era lo peor que nos podía pasar… bendita ingenuidad… En la masa multiforme de los cangrejeros cada vez habrá personajes más variopintos, producto sin duda de las transformaciones sociales y culturales que como ya he dicho, no son ajenas a la Semana Santa aunque algunos se empeñen en decir que esto sólo es la celebración de la Fé y no hay nada más allá… No hay que temer el aspecto sociocultural, hay que convivir con él, lo malo es lo que comentaba al principio; la falta de sentido común. Ya me imagino las peleas con los palos de marras, sobre todo si alguien va con prisas y al intentar atajar por un clarito en la bulla se lleva por delante a quien se ande haciendo la autofoto, mandando el palo a la Puerta Jerez y el móvil a la calle San Vicente… Pero si no somos capaces de actuar con cabeza, habrá que diseñar unas señales de prohibido donde un monigote con palo de selfie nos recuerde que tal vez sea más importante vivir esta semana que inmortalizarla para la posteridad efímera de las redes sociales.

Técnica Superior en Integración Social, Graduada en Trabajo Social, Especialista Universitaria en Mediación, Máster Oficial en Género e Igualdad. Actualmente Doctoranda en CC. Sociales; investigadora...