A pesar de que la disciplina filosófica no vive uno de sus mejores momentos, aún nuestras generaciones de jóvenes presentes conocen a Sócrates, aunque sea a nivel básico. Un tipo griego, erudito, demócrata, que prefirió beber cicuta honrosamente legal a fugarse de la cárcel y su destino pese a las oportunidades que tuvo.

Sinceramente, los filósofos molan. Hay que tener unos arrestos considerables para pasarte la vida divagando, reuniendo tus delirios en postulados y teoremas y luego dejarlos significativamente ubicados en el conocimiento de forma que tengan peso en la posteridad. También los licenciados y licenciadas en filosofía molan; son personas peculiares que viven a caballo entre este siglo y cualquier otro, extrapolando enseñanzas y conceptos, actualizando ideas empolvadas que puedan resultar lustrosas en los tiempos que corren.

Hace poco tuve la suerte de conocer a uno de estos tipos peculiares que viven la Filosofía con la misma intensidad que otros viven los partidos del Betis. Para empatizar un poco y casar los mundos que comparten el espacio pero no el tiempo, nos trajo algunas anecdotillas mundanas de Sócrates.

Decía que la esposa de éste era una mujer de armas tomar, que a veces se enfadaba con él y del puro cabreo dejaba de hablarle. Entonces, el sabio entre los sabios se acercaba a ella y le decía con toda su pachorra erudita: háblame para que yo te vea. Cuentan que una vez la bronca llegó hasta tal punto que la mujer, en el paroxismo del enfado le tiró un cubo de agua por encima. El filósofo, inmutable dijo: Sabía que esto pasaría, tras la tormenta siempre descarga la lluvia… o algo así.

Y una escucha estas cosas y piensa «¡Oh! qué gran personaje». Pero luego, la feminista que hay en mí, o simplemente la persona escéptica que ya se niega a creer los cuentos como vienen de fábrica se pregunta: ¿La mujer de Sócrates tenía mal carácter o esa es la versión de él? Porque claro, la historia la han escrito tradicionalmente los hombres, la de esos años más y hay que ponerse en todos los lugares.

¿Que sería la Filosofía sin cuestionamiento? Porque digo yo que aquello del hombre despierto que debía hacerse preguntas era extrapolable a la mujer ¿no? Lo mismo su esposa estaba harta de tener un marido que se pasaba el día con sus libros y sus amigos, que no pegaba ni palo y no agradecía nada de lo mundano que se hacía por su magnífica persona. Lo mismo la pobre señora andaba desquiciada de no poder hablar con el tipejo éste sin que él se fuera por los cerros de Úbeda.

 No sabemos qué ocurrió para que ella le tirara aquél cubo de agua, Sócrates no iba a contarnos que él se había ganado a pulso cada bronca porque probablemente, era un falócrata de su tiempo de esos que consideraba a las mujeres como seres incompletos y nerviosos. Vamos, que en esa historia hay mucha tela que cortar y para creérsela tal como viene van a tener que buscarse a otra, porque la menda está ya cansada de hombres que cuentan la feria como les va. Hasta que no tenga la versión de ella, elevo todo a la incertidumbre.

 

Técnica Superior en Integración Social, Graduada en Trabajo Social, Especialista Universitaria en Mediación, Máster Oficial en Género e Igualdad. Actualmente Doctoranda en CC. Sociales; investigadora...