Alguna vez aquí he manifestado que me gustan los toros, y algún comentario gracioso e insultante me he llevado a cambio de mi ejercicio de libertad. Pero como todo tiene sus salvedades, debo decir que la muy noble, antigua y norteña fiesta de San Fermín me llama menos la atención que a Tele 5 una serie de documentales sobre la Filosofía Presocrática.

Ya comenté, cuando la absurdísima prohibición de festejos taurinos por tierras catalanas, que me indignaba eso de prohibir corridas y dejar libres de la prohibición los “bous al carrer”. Y serán manías, pero fuera de lo que se hace en una plaza, yo no entiendo los encierros, las carreritas, los embolamientos o la salvajada inigualable del toro de Tordesillas. Incluso en una cuestión meramente de egoísmo del arte, me parece que o solo provoca que el toro llegue a la plaza toreado, molesto, distraído…

Lo vivido en estos días testimonia que independientemente de mi gusto personal, estas fiestas, por su naturaleza masificada, necesitan un mayor control. Parece curioso decir esto siendo sevillana, nacida en esa ciudad que acuña frases como: “La bulla se maneja sola” “La gente sabe organizarse” y demás. Eso es una verdad a medias. Puede que aquí o en Pamplona, que no soy tan etnocéntrica como para creerme con el monopolio, la gente sepa organizarse, pero si a esto le sumas un enorme puñado de foráneos, como que el asunto se complica. Si le agregamos el componente del alcohol… pues nos queda que unos cuantos sabrán organizarse y quitarse de en medio y otros muchos podrán resultar aplastados como mal menor. Muchos se lanzaron a criticar a Mariló Montero, comunicadora que realmente en ocasiones tiene sentencias bizarras, cuando dijo que Pamplona parecía el Madrid Arena. Llevarse las manos a la cabeza fue fácil como poco y sirvió para unas cuantas bromas, pero luego, tras el incidente de la puerta cerrada, esa frase ha sido más que repetida, y ya sin sombra de broma.

La clave puede que esté en un tweet que leí en estos días, lamento no recordar el autor. Venía a decir que si San Fermín fuera una fiesta andaluza sería una catetada salvaje, pero al ser en el Norte pues era una muy noble tradición. Al fin y al cabo nosotros somos unos señoritos, regularizamos muchas fiestas populares, nos gusta ir relativamente bien vestidos en ellas… Porque sinceramente, intento no criticar en exceso por el simple hecho de que no he vivido en primera persona aquello, pero es que beber calimocho, por muy en el tópico que parece que me quedo, no me llama la atención. Total, llevo toda mi vida soportando burlas y estereotipaciones sobre mis fiestas, puede que por una vez sea yo quien llevada por el tópico no quiera contagiarme de ese raro espíritu que Hemingway consiguió trasmitir a sus compatriotas…

Al fin y al cabo, si se trata de vivir una emoción que te posicione un poco más en el filo entre la vida y la muerte, esta misma semana, también a causa de un animal, me he visto en esa tesitura… No eran toros pero era… la Procesionaria del Pino… Suena tétrico ¿verdad? Pero esa historia será otra semana.

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Técnica Superior en Integración Social, Graduada en Trabajo Social, Especialista Universitaria en Mediación, Máster Oficial en Género e Igualdad. Actualmente Doctoranda en CC. Sociales; investigadora...