Hace una semana despedía el año con el último graderío de 2012 y tras la visita de los Magos de Oriente que ahora resulta que son los Magos de Andalucía, puedo inaugurar ‘columnísticamente’ el 2013.

Desde luego a nivel nacional y local el balance ha comenzado muy parecido al año que acabamos de dejar. Aprovechando que estamos hasta arriba de comer y alternamos el achispamiento con la resaca, nuestro querido Juanqui, el rey del buen rollo, hace un paripé de una entrevista que realmente solo lo fue en apariencia para recuperar nuestra confianza y amor.

Desde luego a nuestro Borbón ya no le queda rastro de sangre francesa, si alguna vez su linaje fue tal, ya que Enrique IV de Francia, introductor de los borbones en el país vecino, era lo que en aquellos años se consideraba navarro. Pero dejando la Historia y la Geografía a un lado, me parece harto español eso de pensar que con un paripé que pretendía ser desenfadado iba a conseguir un lavado de cara que aplacara a un reino que empieza a estar tan cansado de todo que ya no traga tan fácilmente con estos teatrillos.

Por otro lado, tenemos al señor Rato. Pocos personajes tan singulares está dando este país como el bueno de Rodrigo, un señor que en cualquier otro estado estaría desprestigiado y en la cárcel, aquí es capaz de hincarle el diente a una empresa que, paradójicamente, él privatizó. Pero los españoles, entre muchísimas carencias, no andamos sobrados de memoria y tampoco parece que sepamos juzgar a la gente, para bien o para mal.

A nivel local, volvemos a presenciar cómo Juan Ignacio Zoido trata de desprestigiar a los trabajadores de LIPASAM intentando que nos indignemos ante sus sueldos. Para empezar, a mí me indigna el sueldo de un senador, no el de unos trabajadores que realizan una labor que sinceramente no sé si yo sería capaz de hacer, pero eso es algo que tal vez el alcalde no se ha parado a pensar.

Para mí, el respeto profesional a cualquier colectivo no sólo nace de una categoría profesional, una formación o un nivel de eficacia, también parte, como ya he dicho, del respeto que me merecen labores que para mí serían imposibles de realizar, y que, además, están sujetas a jornadas y horas en las que, en muchos casos, todos preferiríamos estar en cualquier otro sitio que en la calle.

La decadencia de lo que un día parecieron pilares estamentales de la ciudad es poco más que significativa, y sin olvidar al Consejo de HH y CC, que protagonizará interesantes capítulos en los días que están por llegar, es triste ver la cuesta abajo sin freno que ha tomado el Ateneo de Sevilla.

El mayor comentario que se ha hecho sobre la cabalgata, además, de que fue algo sosa, ha sido la sorpresa por parte de muchos de que hubiera tantísimos adultos en las carrozas… Yo imagino que todo responde a algo económico y lo peor de todo es que no nos podemos llegado un punto, quejar, ya que estamos hablando de una institución privada, porque nos guste o no, la cabalgata de Sevilla es algo privado y no seré yo quien ponga el dedo en la nota del enchufismo, ya que incluso de niña salí una vez, cuando por cierto me vi envuelta en una guerra de caramelos con los pajecillos de Javier Arenas antes de que saliéramos a la calle, pero eso es otra historia… Pese a todo, al carácter particular del cortejo y lo privado de su organización, es triste que un símbolo de la ilusión esté comenzando a desinflarse de este modo.

Personalmente, el principio de este año recuerda mucho al que nos ha dejado, pero tal vez sea bueno agarrarse a aquello de “’malos comienzos quieren los gitanos’.

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Técnica Superior en Integración Social, Graduada en Trabajo Social, Especialista Universitaria en Mediación, Máster Oficial en Género e Igualdad. Actualmente Doctoranda en CC. Sociales; investigadora...