Lo mejor de que este año tenga una Cuaresma temprana es que también los Carnavales se adelantan, cumpliendo así con esa sempiterna tradición de escuchar desde bien prontito las coplas que se cantan en el Falla mientras se lijan los codos estudiando, o se simula hacerlo.

La verdad es que la coyuntura de la que tanto me quejo, ésa de la que se prohíbe hablar en algunos bares con el aviso de ‘Prohibido hablar de la cosa’, está para los letristas del COAC como se las ponían a Fernando VII, a huevo vaya. Porque si algo tiene el Carnaval, además de guasa por un tubo, es realismo y crítica.

Criticar, ahora, está en bandeja. La realidad se sale por los cuatro costados y la guasa tiene mil vueltas. Cojan un periódico. Cojan incluso ‘El Mundo’ como hizo mi madre el viernes pasado y deléitense observando a esa familia que en tiempos se decía que era el modelo para todos los súbditos de su reino. Observen el bello retrato costumbrista. Yo se lo describo. Nuestro gallardo monarca, su hija Cristina, el legítimo de ésta, tan guapo como sinvergüenza, y mirando fijamente a la cámara, desafiante y altanera, la amiga alemana del rey… ¡Bingo! La familia ejemplar, no le falta un arquetipo, vaya.

Lo mejor es que está siendo Diego Torres quien está tirando de la manta, destapando fraudes, mentiras y hasta cuernos reales… Genial, ahora la República no va a venir de mano de la derecha, sino de un personajillo avaricioso que no se asoció con Urdangarín por el incomparable olfato para los negocios de éste. Y eso que su matrimonio demuestra que tan tonto no es el muchacho, pero sus correos electrónicos nos dejan ver que necesitaba todo el combo familiar del vasco para sus fines empresariales.

Lo mejor es que el señor Torres amenaza con varias bombas. Las tiene guardadas para irlas soltando poco a poco. Lo peor es que el bueno de Diego no bombardeara antes. El COAC habría dado buena cuenta de cada línea de esas epístolas maliciosas. Aunque, pensándolo bien, tampoco va a venir flojita la cosa con lo que ha caído.

Espero que Esperanza Aguirre y Ana Botella también se lleven algún cuplecito y, por supuesto, que el bicentenario no se va a escapar, sobre todo estando el segundo puente como está.Y

Y después de las tablas de la casa de los ladrillos coloraos, de las noches de radio hasta las tantas, de los apuntes incomprensibles que se mezclan con los pasodobles, los cajonazos y los jurados, vendrá la bendita calle.

Evidentemente, quien no sea muy ‘jartible del Carnaval’ no podrá entender el graderío de esta semana, pero han sido muchos días y noches esperando escuchar un bombo, una caja o una bandurria. Algo que, como dice mi amigo Antonio, te deja cerrar los ojos y soñar con un domingo de plaza.

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