La gente que como yo tiende a guardar de todo y a tirar casi de nada, lo pasa mal cuando hay un proceso de mudanza o redecoración. Mi caso ha sido el segundo y creo que estoy a muy poco de pedir cita con algún profesional de la psicología.

Llevaba días escandalizada al comprobar la de libros, apuntes, carpetas y cosas absurdas que había atesorado en mi pequeña habitación. Era increíble para mí que en algún momento de mi vida yo hubiera pensado que aquello podía seguirme siendo útil y que lo hubiera guardado en muchas ocasiones en perfecto estado, clasificado en un archivador y agrupado en funditas de plástico.

Pero el límite de esto ha sido destapar una caja de recuerdos. Es un término amplio, ahí cabe casi de todo, por lo que no sé exactamente que pretendía yo recordar, porque he guardado tantas cosas absurdas que intento explicarme a mí misma el sentido de todo y no lo encuentro. Ya no es que guardara cosas interesantes como entradas de museos italianos o tonterías como muchos billetes de autobús a Cantillana, es que tenía guardadas etiquetas de ropa, aún no sé con qué objeto.

Me da pena mi absurdo intento por detener el tiempo o retenerlo de alguna forma, no por el intento en sí, sino porque en muchos casos ha fracasado y me he pasado un largo día tirando chorradas, maldiciendo a Diógenes y preguntándome a qué venía aquello.

Lo peor de todo es que el mundo se acaba el viernes. Qué cosas. Yo arreglando mis cosas con afán para que todo esto se acabe. Y yo en vez de disfrutar de mis últimos días, llenando bolsas de basura como una idiota. Claro que si en estos días me ofrecen un refugio nuclear maravilloso como los que salieron en Cuarto Milenio, sería mejor que llevara las pertenencias justas, nada de recuerdos absurdos, por lo que esta criba de documentación vital habrá valido la pena.

Tal vez podría distraer en mi refugio al resto de supervivientes con las historias y anécdotas que hay detrás de las cosas conservadas de las que sí sé porqué no las tiré en su día, y así mi síndrome de Diógenes y yo canalizaríamos esta locura en algo medianamente positivo.

De todas formas, frente a la inutilidad de las cosas materiales, a pesar de la imposibilidad de prescindir de lo superfluo, con la profecía de los Mayas a la vuelta de la esquina, yo cuando lo pienso realmente hay algo que es lo primero que acude a mi mente antes que todo lo demás.

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Si viene el meteorito y se lleva a este maldito mundo bien lejos, fue un placer intentar entretenerles estos años, y si la profecía era otro de tantos cuentos chinos… vaya, tendré que buscar un tema para la semana siguiente…

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Técnica Superior en Integración Social, Graduada en Trabajo Social, Especialista Universitaria en Mediación, Máster Oficial en Género e Igualdad. Actualmente Doctoranda en CC. Sociales; investigadora...