En Sevilla llueve, y no sé si es una maravilla como dijo aquél célebre doblaje, pero me encantaría que el agua providencial limpiara las calles y, si es posible, las ideas atrofiadas de algunos, que buena falta haría.

El viernes asistí como mucha otra gente a la presentación del libro de Rancio Sevillano, o como también se apoda en twitter, Sevillano profundo, nombre este último que me encanta. Aquello era como estar en la película de ‘El mundo es nuestro’, y debo decir que este tipo de cosas me alegran porque me hacen sentirme… como menos sola.

Siempre he sido algo roja para los cofrades y demasiado cofrade para los rojos, por hacer una división a grosso modo. Hay veces que la gente no entiende que te gusta ver el Calvario y reírte del catetismo que, con más frecuencia de la que me gustaría,  impera en las cofradías, de igual manera que creo que la mayoría de mis compañeras de clase no se imaginan que yo me visto de mantilla a juzgar por las pintas que llevo a  la universidad.

El mundo que reclamo, como bien decía Julio (periodista que da vida al perfil twittero antes comentado), sería el de Silvio, paradigma de la sevillanía sin caspa ni brillantina, lúcido y bohemio.

Esto, que parece tan simple y lógico, no lo es tanto, ya que hay demasiados que no lo  ven de este modo y para colmo tienen un par de gurús que sustentan sus arcaicas ideas. Creo que como comentaba la semana pasada, falta mucha autocrítica en todo esto, lo cual también impide que, de algún modo, uno tenga la capacidad e incluso la inteligencia de reírse de uno mismo.

Mila, la mujer que está al frente de ‘La casa del cofrade en Triana’, ideó para Rancio sevillano un antifaz botellinero, una cosa totalmente ingeniosa que regalaría por Navidad si se comercializara. Comentando esto a la propia Mila, me dijo que había recibido  algunas  críticas en  twitter de parte del sector extremo por haber puesto en práctica su idea. Gente muy cateta a mi entender que se llevarían las manos a la cabeza si supieran que, antes que esto, ya hace años que existe un licor muy rico -por cierto, llamado ‘El Penitente’- cuya botella tiene un capirote de raso morado.

La estrechez de miras es la que acabará con esta ciudad un día de estos, no daremos tiempo a que sea tarea del cambio climático, un tsunami u otro fenómeno similar… Claro está que si esto lo llevamos al extremo se entra ya en un debate como el del Bar Pulido, que no era más que algo que todo el mundo ha hecho alguna vez en su vida pero que hoy día por gracia o desgracia del mundo hipercomunicado en que vivimos, ahora se entera todo el mundo y da la oportunidad de que unos se rían, otros lo ignoren y otros pongan el grito en el Cielo, aunque peores cosas ocurren en el seno de muchas hermandades, que las tentaciones a veces de cachondeo para los grupos de priostía son muy grandes, y no admito que nadie se escandalice porque todos conocemos algún caso como mínimo.

Pero lo dicho, me consuela mucho que no todo el mundo sea así, que poco a poco exista otra Sevilla y, pese a que tengamos un sector de jovencitos que se esfuerzan por parecer hombres de sesenta años, hay otra ciudad con gente formada, de mente abierta, para que en ella puedan contemplarse muchas visiones y posturas, incluidas las clásicas.

Necesitamos muchas más películas de ‘el Culebra y el Cabesa’, más ‘asesinos de la regañá’ y, si fuera posible, algún Silvio más.

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Técnica Superior en Integración Social, Graduada en Trabajo Social, Especialista Universitaria en Mediación, Máster Oficial en Género e Igualdad. Actualmente Doctoranda en CC. Sociales; investigadora...