El año pasado tuve la suerte de recorrer en la medida de lo posible Bélgica, un país algo desconocido que a veces solo nos suena por ser la sede del Parlamento Europeo, la tierra natal de H. Poirot y del reportero Tintín. Pero aquel país, bajo mi punto de vista, tenía más que aportar.

Llegados a Gante, tierra natal del gran Emperador Carlos V o I, según se mire, visitamos la Catedral de San Bavón. Allí se expone La adoración del cordero Místico, obra cumbre de los célebres hermanos Van Eyck. Esta obra de Hubert y Jan, considerada uno de los mejores exponentes de la pintura medieval europea, está situada actualmente en la capilla de Villa. Visitar la catedral es gratis, incluso la parte inferior, una cripta en la que se conservan varios restos de los templos iniciales.

Enfatizo lo de que toda es gratis porque aunque cualquier templo puede ser visitado libremente para la oración, en muchos hay que pagar por visitar los tesoros, las sacristías o los museos que tengan en su interior.

En esto hay disparidad de opiniones. Yo de entrada no estoy en contra de pagar por ver obras de arte, sobre todo si con ello se fomenta su conservación, restauración, etc. Mi amor por Bélgica y mi opinión sobre pagar en determinados templos se fueron juntas por el sumidero cuando advertimos que si bien todo el templo se visitaba gratuitamente, solo te cobraban si querías ver el original del famoso retablo antes mencionado; y digo original porque en la misma catedral había una réplica en la capilla donde primitivamente se encontraba la obra, que sí estaba libre de pago. En fin, que esto no me gustó, me cabreó ese descaro a la hora de sacarme el dinero, así que no pagué los cuatro euros, me hice la foto en la réplica y aquí paz y después gloria.

Este rollo macabeo viene al caso porque el otro día escuché en la radio varias cosas que trajeron a mi mente a los hermanos Van Eyck de golpe y porrazo. Resulta que Cecilia, esa entrañable ancianita que quiso restaurar el Ecce Homo que todo el mundo ya conoce, quiere cobrar derechos de autor… Así de entrada no sé qué pensar, porque todo esto es demasiado kafkiano, o más bien digno de una película de José Luís Cuerda. Por supuesto, en Borja, te cobran un euro por ver la obra malograda, un 25% de lo que se pagaría por ver la Adoración del cordero místico. Y por supuesto en ese pueblecillo pretenden vivir del fenómeno friky, ya que de momento se han parado todas las gestiones para reparar la pintura, por lo que parece que el pobre Cristo se queda como está, que con un aspecto más normalito pierde todo el encanto.

Tras el debate interno conmigo misma sobre el arte y la difusión de él, me planteo, ¿en qué país vivimos? Un lugar con un patrimonio artístico tan rico como el nuestro, donde está tan descuidado por no decir abandonado en muchos casos, y tenemos que volvernos locos por una obra de poca calidad que al intentar ser restaurada ha quedado hecha un esperpento por el que actualmente se cobra por contemplar.

Desde luego da igual cuantos planes educativos se pongan en práctica en este país, hay tanto que mejorar que no creo que sea posible que se arregle con esa segregación meritocrática de Wert.

Mientras, gente que no sabe quién es Murillo ni cómo los franceses nos robaron sus obras, seguirán haciéndose fotos con el famoso Ecce Homo, dispuestos a pagar su euro o incluso cinco si se los piden.

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Técnica Superior en Integración Social, Graduada en Trabajo Social, Especialista Universitaria en Mediación, Máster Oficial en Género e Igualdad. Actualmente Doctoranda en CC. Sociales; investigadora...