Esta semana prometo un leve cambio en esta columna. En lugar de sentarme  a mirar la vida, criticar todo y lamentarme como una plañidera, les voy a contar una experiencia propia, vista y vivida en primera  persona, real como la vida.

Esta historia comienza a mediados de un caluroso septiembre cuando una chica, viendo terminar sus felices días de vacaciones, decide rematar su verano y sus ahorros yendo a Madrid para ver la exposición de Hopper y la de ‘El Último Rafaello’, entre otras cosas, con el acicate de que ambas exposiciones concluían este fin de semana, así que era ahora o nunca.

Casualidades de la vida, el sábado en que esta chica llegaba a Madrid era el famoso 15S. Para seguir componiendo la historia, hay que añadir que la madre y compañera de viaje de nuestra protagonista había elegido un alojamiento en el corazón de la villa y corte, situado en el mítico barrio de las letras y a pocos pasos de -¡oh my God!- el Congreso de los Diputados.

Lo curioso de todo no es el ambiente reivindicativo a la par que festivo de la manifestación, lo tremendo del tema es la inquietante policía municipal y nacional de la capital de nuestro reino. Nada más llegar a Madrid y sortear numerosísimas calles cortadas como si de un aviso de bomba se tratara, llegando al alojamiento en cuestión fue ya inevitable el encuentro frontal con las fuerzas de seguridad que amablemente realizaron un interrogatorio a cuatro voces para comprobar la veracidad de la inquietante historia de “es que nos alojamos ahí”, porque a estos señores no se les puede engañar.

Aunque vayas tirando de una maleta, ellos siempre sospechan que el mal puede  estar ahí y que tras una madre y una hija totalmente inofensivas en apariencia puede esconderse un plan diabólico para atentar contra el gobierno de la nación, la comunidad de Madrid o la alcaldía de la ciudad de similar nombre.

Pero esto sólo fue el principio. Siguieron los cortes al tránsito peatonal, las vallas creadoras de laberintos urbanos, la policía a caballo, las lecheras por todas partes… La manifestación pasó, como pasan todas las cosas en esta vida, y la policía seguía igual.  Llegó la noche y esos hombres armados y vestidos de oscuro, esto último les confiere un desagradable parecido con simpatizantes de  Mussolini, seguían protegiendo  la ciudad de nadie sabe qué o quién. El Congreso, blindado, por supuesto, no vaya a ser que alguien quiera hacerse una foto con un león o poner una bomba en la puerta, cualquier cosa.

Lo kafkiano es que, mientras escribo esto, a última hora del domingo, 16 S, día en que no hay ninguna manifestación programada, la ciudad sigue así. Porque a todo esto, los lectores más  intrépidos habrán deducido que la chica de la historia y la arriba firmante son la misma persona.

La guardia policial se ha relajado algo, tampoco mucho, pues las vallas siguen colocadas en las calles como si de un momento a otro fuera necesario cerrar a cal y canto el territorio. El Congreso, por supuesto, está tomado, no sólo por el acotamiento  de las vallas de marras, sino por policías que montan guardia, unos a pie, otros dentro de coches con el motor encendido, por si es preciso pisar el acelerador en cualquier momento para perseguir a un subversivo.

Si no supiera donde vivo, qué está pasando y quién gobierna, creería que estamos bajo algún tipo de amenaza, que vamos a sufrir un golpe de estado o un atentado de un momento a otro. Además, en tiempos de crisis, ¿es necesario este despliegue y su correspondiente gasto?

Durmiendo en el barrio de tan ilustres ingenios nacionales, yo creía que podría sorprenderme con el fantasma de Lope de Vega o Cervantes, pero no esto…  Sería prodigioso que Quevedo levantara la cabeza, escribiría sardónicos sonetos al respecto y le diría un par de cosas a los policías que parecen atemorizar la zona en lugar de defenderla.

Sinceramente, esto no tiene otro sentido que malgastar y, de paso, hacer un poco el tonto. Son estas actitudes las que pueden crear alarma social y no el derecho democrático de manifestarse.

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Técnica Superior en Integración Social, Graduada en Trabajo Social, Especialista Universitaria en Mediación, Máster Oficial en Género e Igualdad. Actualmente Doctoranda en CC. Sociales; investigadora...