Toda la tarde del domingo la paso pensando que debo escribir esta columna. He dicho bien. Me repito que tengo que hacerlo, barajo temas en mi mente y me obligo a ordenar todo lo que ha ocurrido durante la semana.

Antiguamente, si no pasaba nada de interés, buscaba algo frívolo o incluso cómico para traer aquí. Pero sin querer repetirme, con la que está cayendo, de verdad que yo no sé por dónde empezar. Y cuando el domingo va a terminarse, con la cabeza atorada y el ánimo muy cabreado, tecleo la página que luego ustedes leen aquí.

La verdad es que debo estar agradecida de todo lo que he aprendido en este año de carrera. Al menos intento interpretar la vida y voy conformando, cada vez, una visión más poliédrica de las cosas, así que cuando escuché por la radio el comunicado emitido por ‘los biris’, un nombre acudió a mi mente, Pierre Bourdieu.

Para mí este nombre va ligado al concepto de violencia simbólica, que no es otra cosa que algo tan cotidiano que ni sabemos de qué forma nos rodea. Según esta teoría, la violencia se establece íntegramente en la sociedad, en las actitudes de la gente, en leyes que la refrendan y no la reprimen. La violencia se integra, se interioriza, se naturaliza de forma que ya no la vemos como tal, está entretejida en el entramado social.

Por eso, y pese al cabreo que pueda despertar en mis amigos palanganas, recordé a ese jugador del equipo de Nervión que, entre risas, en una ocasión en que le preguntaron sobre su agresividad en el juego, comentaba alegremente que gracias a sus conocimientos médicos podía endiñar patadas a diestro y siniestro, pues sabía dónde dar para dañar pero no lesionar… y todo el mundo rió la gracia. Eso justificó una actitud violenta, la hizo menos grave a los ojos de los aficionados, y esa visión de una actitud antideportiva se interiorizó en un colectivo.
Como éste, mil ejemplos que no son exclusivos de este club. Todos los frentes ultras, sean del equipo que sean, poseen determinados beneficios, trato especial, elementos que refuerzan su actitud ‘ultra’ que sólo ese término ya sería para tener en cuenta que llegará un día en que ese grupo se vaya de las manos. Ahora resulta que estos chicos no interesan al señor Benavente, que se le desmadran y le molestan, pero claro, dudo que el insigne presidente del otro equipo de la ciudad leyera a Bourdieu en su vida.

Desde luego, ha sido una semana tremenda en cuanto a Monsieur Bourdieu se refiere,  pues su teoría se vio clara y cristalina en el sangriento estreno de la última película del mítico Batman. USA es el ejemplo más claro de violencia simbólica que puede encontrarse. Con sus permisivas leyes con respecto a las armas, su cultura de la violencia, el sistema social que justifica el derecho a poseer una pistola al menos… Total, todos recordamos a Homer con el argumento de que, sin armas, el rey de Inglaterra podría entrar en las casas y darnos de empujones… Y por más que parezca de chiste lo ocurrido, no cambiará nada, o tal vez, como me dijo el compañero y jefe Antonio Campos, prohibirán ir al cine disfrazado, pero no con armas.

En fin, cada semana me parece peor que la anterior, y como parece que esto no es nada para lo que nos queda, he preferido reordenar mis ideas sobre la violencia simbólica. De comentar las reformas legales del Ministro de Justicia es que no me quedan ganas. Ni ganas, ni fuerzas, ni estómago, para qué engañarles. A veces creo que alguien va a despertarme de esta pesadilla.

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Técnica Superior en Integración Social, Graduada en Trabajo Social, Especialista Universitaria en Mediación, Máster Oficial en Género e Igualdad. Actualmente Doctoranda en CC. Sociales; investigadora...