Famosa es esa leyenda en que Rodrigo Díaz de Vivar gana su última batalla ya muerto, simplemente con su difunto cuerpo colocado sobre su caballo. Nuestro insigne Mariano no debe ser muy admirador del Cid, pues es todo lo contrario. No sale ni aún estando vivo y cuando lo hace es como si no hubiera dicho nada.

Sin ánimo de ofender, tras ver la comparecencia de Guindos este sábado, he adoptado la convicción de que de que si los miembros del PP con problemas de dicción los asumieran, acabarían con el paro de los logopedas en nuestro país. Después de esto, no quiero hacer más comentarios sobre las declaraciones del ministro o las de Mariano el domingo por la mañana. 

Nos torean. Eso es tan obvio y tan evidente que no puedo aportar más a todo lo dicho. Nos toman por tontos, como ya he comentado alguna vez. Intentan marearnos con el lenguaje y lo que antes era rescate ahora es préstamo y luego un gran logro. ¿Por qué nos hacen eso? Pues porque volviendo al Cid Campeador, no sé si de nosotros, del pueblo español, se podría haber dicho aquello de “que buen vasallo de haber tenido un buen amo…”.

Tenemos malos amos, tenemos los peores, pero a diferencia de la época feudal, nosotros los elegimos y los mantenemos. Entiendo que la clase política está tan mal que a veces votar no es tan fácil, pero siempre se puede elegir, como ya dije en otro graderío, lo menos malo, que es como descarto yo papeletas en los últimos tiempos.

Y ahora todo el mundo se queja de Rajoy, pero claro, no sólo el electorado ha elegido mayoritariamente a una persona cobarde con nulas habilidades sociales. Se ha elegido a una persona que simplemente no hizo campaña. Criticó todo lo que estaba mal, que es algo que podría hacer un niño con un dedo señalador, y nada más. No  dijo cuáles eran sus propuestas o medidas, y las pocas cosas que prometió eran mentira. Así que votando a semejante personaje, casi me entran ganas de no decir nada más en contra de él.

Al fin y al cabo, esto se veía venir. Rajoy no ha cambiado desde hace un año hasta ahora. Es el mismo. El mismo que la mayoría votó y que otra gran mayoría no rechazó sin acudir a las urnas, pensando que así se protestaba. Éstas son las consecuencias de las carencias democráticas de una España que, a veces, es tan medieval que con su actitud parece que hasta se merece a estos nefastos amos.

www.SevillaActualidad.com

Técnica Superior en Integración Social, Graduada en Trabajo Social, Especialista Universitaria en Mediación, Máster Oficial en Género e Igualdad. Actualmente Doctoranda en CC. Sociales; investigadora...