A veces es admirablemente descarado cómo al público, al pueblo, al vulgo o como quieran llamarlo, nos toman por auténticos gilipollas. No nos enteramos de la mitad de la quinta parte de lo que hace nuestro insigne monarca hasta ahora, que se ve que quiere purgar errores recientes. 

Era algo curioso, aunque no por ello de mejor gusto, que estaba tu hermano viendo la Fórmula 1 y de pronto salía el Rey hablando con el sempiterno Antonio Lobato, bien contento el monarca por esta situación, y entonces te dabas cuenta de que, si suponías que el rey estaba en su despacho de la Zarzuela velando por el bienestar de sus tierras y sus habitantes, pues te equivocabas de pleno porque el buen señor estaba de picos pardos con unos señores que recordaban a aquella chirigota del Yuyu llamada ‘Los emires por donde se mire’. Y como ésta, muchas historias. Hasta que llegó el famoso incidente africano que todos saben y que derramó ríos de tinta y pulsaciones de teclados como para llenar toneles.

Por eso será que, ahora, para que dejemos de quejarnos de que don Juan Carlos trabaja menos que aquél hombre que fue un día a trabajar a la fábrica de Donuts y se despidió porque se ponía malo con ese magnífico olor, (les juro que esa historia es verídica), y que no tenemos ni idea de lo que hace ni a qué dedica el tiempo libre, pues llevamos dos días en los que no paramos de recibir noticias de que el Borbón está en Brasil, que trabaja mucho allí para nuestro bien, que ha ido con unos empresarios muy chachis y que todo esto es por nuestro bien.

Para que luego rajemos los republicanos, el bueno del rey -recién operado, que debe estar en un grito a pesar de que comenzó la rehabilitación nada más operarse, cosa que en la Seguridad Social se estila menos-, aprieta sus reales dientes y cruza el charco para el bien de su pueblo, motivo y causa de su real existencia, claro. Y lo mejor es la pandi, porque hay gestos que lo dicen todo, como el de Emilio Botín llevando esos pantalones bermuda rojos. Uno puede ir así por el mundo aún llevando a un rey al lado, porque cuando uno tiene más dinero que ese rey, puede llevar una camisa de flores a juego, si al banquero le diera la gana llevarla, claro.

Mientras tanto, la reina de Inglaterra, monarca que siempre merecerá mis respetos por dignarse a dar detallados informes de sus gastos personales, cosa que aquí creo que no viviré para verlo, celebra su aniversario, con sus vestidos de colores extravagantes y sus sombreros  a  juego, feliz y animada, aunque su marido esté ingresado, que no va la buena señora a interrumpir los festejos porque esté ingresado un secundario de su historia.

Parece que, pese al desaire de la Casa Real Española, la mujer lo lleva bien y no parece que esté triste por un hecho que realmente es una tontería olímpica, ya que Gibraltar es inglés, y no parece que esta circunstancia vaya a cambiar, así que me da pena la reina Sofía. Encima de la racha de disgustos que lleva se está perdiendo una fiesta de las que hacen historia.

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Técnica Superior en Integración Social, Graduada en Trabajo Social, Especialista Universitaria en Mediación, Máster Oficial en Género e Igualdad. Actualmente Doctoranda en CC. Sociales; investigadora...