Creo que es terrible cuando los niños aprenden a pedir perdón de forma sistemática, sin saber o sentir el arrepentimiento que manifiestan; es casi la prueba de que han comenzado a perder la inocencia y son tan mezquinos como los adultos que suelen rodearlos.

Ver a un hombre hecho y derecho hacer eso no sólo denota mezquindad, demuestra mucha torpeza. Han tenido ocasión de ensañarse los humoristas gráficos con las palabras del Rey pidiendo perdón. La cosa no es para menos. Nadie sabe realmente por qué pedía perdón, don Juan Carlos debe entenderlo, treinta y seis años sin hacerlo hace que la gente no tenga costumbre de encajar estas cosas; o más bien es él quien no tenía costumbre de reconocer un error, por lo que se le ha visto tan perdido en la materia.

Analizando todo esto un poco, me viene a la cabeza esa escena de ‘Lo que el viento se llevó’ que tal vez he rememorado ya en alguna columna. Escarlata llora desconsoladamente tras la muerte de su segundo marido; se siente responsable de ella y teme que eso la condene y vaya al infierno. Entonces Rhett, unido eternamente al porte de Clark Gable, le esclarece su situación. Ella no llora por arrepentimiento, ella es como el ladrón que no lamenta el haber robado pero no quiere bajo ningún concepto ir a la cárcel.

A nuestro monarca le ocurre un tanto de esto. Ir de cacería a África o la Conchinchina nunca le ha parecido mal, lo malo ha sido que lo pillaran de este modo, que las redes sociales echaran humo con el suceso y que periodistas serios repudiaran su proceder. Aunque, sorprendentemente, tras su pequeña bajada de pantalones, algunos se han venido arriba en banderillas, animados por tan inmenso gesto de humildad. Ahora a todo el mundo le vale la excusa de que el viaje de marras lo pagaba un empresario amigo suyo.

A mí esto me escama más que si hubiera salido de nuestros impuestos porque, este gran empresario y mejor amigo de nuestro monarca, quiero creer que es una persona generosa y desinteresada, un hombre que en ningún momento ha recibido ni espera recibir ningún favor o contraprestación en pago de su detallito… Digo que me escama porque, si esto es de otro modo, es lo que menos le conviene al Borbón tras tener las aguas bien revueltas con su yerno. 

El presidente de los EEUU tiene una especie de cláusula que le prohíbe aceptar regalos superiores a una cuantía, no recuerdo si eran diez o quince dólares, pero en cualquier caso es interesante. Aunque a la señora Obama le regalaron mantones y demás, todo eso fue devuelto según dicen, y por este motivo nuestros monarcas les regalaron semillas y collares, cosas que no excedían la cantidad fijada… Nunca creí que pusiera al gobierno estadounidense como ejemplo de algo, pero parece ser que en algo aplicaron el intelecto. Pensándolo bien, es que ni siquiera me apetece aceptar las disculpas del monarca; prefiero incluso darle yo las gracias a él, creo que está haciendo mucho bien por la Tercera República.

www.SevillaActualidad.com

Técnica Superior en Integración Social, Graduada en Trabajo Social, Especialista Universitaria en Mediación, Máster Oficial en Género e Igualdad. Actualmente Doctoranda en CC. Sociales; investigadora...