Sevilla, la ciudad de las dualidades, este domingo ha mostrado su cara más bipolar, no de puro trastorno, sino por los dos polos que se dieron lugar en esta jornada.

Por la mañana pudimos ver cómo el récord conseguido por el padre de mi amigo Enrique Henares al pregón más largo, fue superado por un texto que, si bien no se metió en los jardines políticos de sus antecesores, sí dejó mucho que desear. Vaya por delante que seguramente en mi vida pueda escucharse desde el atril maestrante lo que a mí me gustaría, pero pese a todo, intento ser receptiva a cada pregonero, cada texto… pero no. Una retahíla de frases tópicas ensartadas sin un contexto, un hilo conductor  donde tuvieran sentido los piropos manidos que acabaron tejiendo una maraña demasiado larga para un público que en parte se contenta con poco, no lo dudo, y que también está tan cansado ya de lo mismo que acaba lamentando si nadie será capaz de superar el pregón de Carlos Herrera alguna vez…

Por la noche llegaron los resultados, el otro polo. Resultados que no pudieron dejar indiferente a nadie, momentos en los que todos, o casi todos, pudieron contentarse. Los votos al PP sin mayoría, el PSOE que no se pegó tanto batacazo como se esperaba, IU que remonta… Ni los ganadores ganaron tanto, ni los perdedores perdieron mucho, aunque IU tiene la oportunidad, si la quiere, de darle al señor Arenas el tiro de gracia. Al fin y al cabo, si el de Olvera no acaba presidiendo la Junta debería aplicársele la reforma laboral de su jefe Mariano, no cumple objetivos, puerta.

Sevilla, dual, fragmentada… Día de atriles y urnas donde cada uno contará la feria según le va, donde cada cual tiene su lectura y su versión. Ésta es la mía, claro, no soy mejor ni peor que nadie, y a estas alturas no voy a presumir de objetividad. Dudo que esa cosa exista, y además, algo tan subjetivo como mi columna de opinión no sería sincera si quisiera dar la visión imparcial de las cosas que seguramente nadie sea capaz de darles en un espacio como éste.

Y aún no habiendo ganado el Betis, que ya es para mosquearse, sí quiero pensar que en esa jornada caótica hubo algo que mereció mucho la pena: el voto de Sergio. Hace ya un puñado de meses, en una de tantas citas con las urnas de las que llevamos en un corto periodo de tiempo, recriminaba en una columna que mi amigo Sergio, desencantado y cabreado como gran parte del electorado, no pensaba votar. Ayer, según dijo, lo hizo, votó. No sé a quién le dio su voto, ni me interesa, no se lo pienso preguntar, pero me quedo con que votó. Este sistema es precario, nos gobiernan los mercados y la corrupción está debajo de cada piedra o más bien cada ladrillo, y todo eso hay que cambiarlo, sí, pero votar debería ser el primer paso para ello. La pena es que digo debería, no sé si llegará el día en que sustituya “debería” por “es”.

www.SevillaActualidad.com

Técnica Superior en Integración Social, Graduada en Trabajo Social, Especialista Universitaria en Mediación, Máster Oficial en Género e Igualdad. Actualmente Doctoranda en CC. Sociales; investigadora...