Cádiz. Viernes 16 de marzo de 2012. Alrededor de las 17:00 horas. En la esquina del Oratorio de San Felipe, una pizarra anuncia que disponen de los molletes integrales que asegura consumir la chirigotera limpiadora Pepi, mientras las obras indican que los actos de la Pepa van muy a contrareloj.

En el Museo de las Cortes, situado muy cerca del Oratorio, colocaban en estos días unas escarapelas a imitación de las insignias que se lucían hace doscientos años por aquél mismo lugar. Pero como he dicho antes, el reloj parecía echarse encima estrepitosamente, y nada  hacía presagiar que, en pocos días, allí fuera a celebrarse nada. Quizás me equivoque y, mientras esto es publicado, todo está saliendo de maravilla, aunque el segundo puente no estará listo, por más que yo pudiera equivocarme; acabar esa obra parece ya algo más cercano a un trabajo de Hércules que a otra cosa.

En la Plaza de las Flores, en el sempiterno kiosco del Melli está lo que creía imposible, el disco de ‘Los loros ye-ye’, comparsa callejera de mi admirado Jesús Bienvenido, que pensé que por su propia condición de callejera no dispondría de disco. A veces es una gozada equivocarse. Comienza la grabación con un aviso aclaratorio que afirma que, pese a los rumores, esa comparsa no participa en los actos conmemorativos del bicentenario constitucional. Son días alegres y tristes. Alegres porque por manida que esté la frase, puede recordarse que Cádiz es la cuna de la libertad, pero la sensación que transmiten muchos gaditanos, como de fiesta no celebrada, de alegría incompleta, hace que te quede la sensación de que aquí, en esta bendita tierra sureña, en Andalucía en general, nunca nada llega a culminar la altura de lo esperado.

Al fin y al cabo, por idílico que resulte pensar en la esencia de aquella Constitución, recordada en tantas cuartetas de carnaval, de las que hoy yo quiero quedarme con las de Martínez Ares en un pasodoble de  ‘Los templarios’ que decía…

“Ay, ay, ay, Libertad, Viva la Pepa,
Pepa en la Plaza de España.
España te debe vida,
honra, gloria y hasta el alma«

… como decía, por idílico que fuera todo esto, fue un sueño, uno breve, como ocurre siempre en esta tierra y en España, y al cabo de dos años perdimos entre otras cosas a la entrañable Pepa.

Aniversarios, celebraciones y demás días señalados deberían recordarnos lo grandes que fuimos, sí, pero realmente deberían recordar lo grande que pudimos ser, los errores que cometimos para que estos no se repitan… Claro que sólo hay que mirar la última Patente de Corso del maestro Pérez-Reverte, escribimos nuestra ingrata historia a tachones y, entre tanto borrón, hay ilustres líneas como la de ese día de San José de hace ya doscientos años.

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Técnica Superior en Integración Social, Graduada en Trabajo Social, Especialista Universitaria en Mediación, Máster Oficial en Género e Igualdad. Actualmente Doctoranda en CC. Sociales; investigadora...