Llevaba tiempo dándole vueltas a escribir sobre ella y lo que hace; su voz salía de todas partes y esa omnipresencia me empujaba poco a poco a ello. La mala costumbre de trasnochar y la buena costumbre de intentar conciliar el sueño con la radio remataron la faena.

Cuando me la presentaron, estaba ante su ordenador, escribiendo sobre algo que ya no recuerdo. Ocupaba su parcela en aquella redacción con la felicidad calmada de quien lleva ya algunos años en el oficio. Antes de eso, cosas de Internet, ya la conocía por su blog.

La crisis es una palabra que últimamente nos llena la boca, que parece ser la excusa para todo, el llanto recurrente, la blasfemia adecuada, el ente al que culpar… Y ojo, no niego que sean tiempos duros, pero hasta a lo malo uno se acomoda, y a veces creo que nos hemos acomodado a la actitud quejica de que como diría alguien a quien no voy a mentar aquí “la cosita está muy mala”, y eso lo disculpa todo, y no hay más vuelta de hoja. Casi dan ganas de dejar la carrera y todo cuanto una hace y ponerse a llorar en un rincón si se hace mucho caso al pesimismo imperante. Lo dicho, no niego que estemos viéndole, y demasiado bien, la cara a la crisis, pero todas las monedas tienen su cruz, aunque en ocasiones se nos olvide. Ella, la redactora de quien hablo, pareció encontrarla.

Como tantos de sus compañeros, tuvo que dejar la redacción cartujana donde había pasado un puñado de interesantes años; “Adiós muchachos, compañeros de mi vida…” y todo eso. Pero tal vez ella no quiso conformarse con ese rincón de lloriqueo del que hablé, ¿quién quiere sólo un rincón cuando puede tener un muro entero para lamentarse? Imagino que  esta situación fue la que dio el pistoletazo de salida para cumplir un sueño, uno que ella estaba decidida a realizar, pero que dadas las circunstancias se dibujó claramente en el presente. Sabía de su fascinación por aquel trozo de tierra por el que la humanidad lleva ya peleando demasiado tiempo; me lo había contado. Lo entendí a la primera, sintiendo esa punzada cómplice de quien ha entrado en sincronía con  un lugar hasta no sentirse extranjera, que incluso te hace pensar que pudiste vivir allí en otra vida.

Allá se fue, a hacer lo que hacen los buenos periodistas, a ver qué pasaba a su alrededor y a contarlo a todo aquél dispuesto a escuchar. La he visto en Canal Sur, la leo en faceboock, pero sinceramente, lo que más alegría me produce es que se introdujera en ese eco cotidiano que resuena en mi casa durante gran parte del día. Nunca puedo escucharla con indiferencia, a menudo sonrío: sonrío por su suerte, por su logro, porque miró a la maldita crisis a la cara e imagino que le dijo dos cosas bien dichas, en su andaluz exquisito.  Espero que todo le vaya bien, y que continúe así por largo tiempo. Pensaré que no le va muy mal mientras  yo siga haciendo cualquier cosa y de pronto sonría bobamente al escuchar: “Informa para la SER, Carmen Rengel”.

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Técnica Superior en Integración Social, Graduada en Trabajo Social, Especialista Universitaria en Mediación, Máster Oficial en Género e Igualdad. Actualmente Doctoranda en CC. Sociales; investigadora...