Creo que a veces no estoy en sintonía con el mundo, o el mundo conmigo. Mi madre se empeña en recordarme cuán equivocada estoy en todo lo que me parece normal, lógico, lo que casi son verdades universales para mí, pero yo parece que no me entero.

Tenía que hacer un regalo de cumpleaños el viernes, así que tras devanarme los sesos pensando en qué regalar, tras investigar y constatar con parientes del cumpleañero que no tenía lo que yo pensaba comprarle, el jueves, convencí a mí madre de que me llevara a comprar mi sencillo obsequio. No era otra cosa que el libro de Charles Dickens ‘Grandes esperanzas’. A mí no me parecía que fuera nada extraño, así que no sé porqué, pensé que podría adquirirlo en una gran superficie gabacha de la que no voy a dar el nombre porque entre la Iglesia y los jueces, creo que el gabinete jurídico de Sevilla Actualidad no puede más conmigo… Total, que allá nos fuimos. Mi madre no paraba de recordarme que aquello no era una librería; yo evidentemente sabía eso, pero me pareció que para un libro tan básico bajo mi punto de vista no me hacía falta ir a un sitio más específico… ¡Já!

Si hubiera querido una sartén de Belén Esteban sí que habría estado en el sitio indicado, pero para Dickens, no. La ordenación por orden alfabético directamente descartada, lo cual hacía aún más ardua la tarea. Sección infantil: Bob Esponja, Dora la Exploradora y los libros de los hermanos Stilton… Más me hubiera valido comprar alguno de los ratones esos porque la cosa no mejoró.

Debo destacar que la persona que cumplía años va por los cuarenta y largos, pero a mí se me ocurrió que el amigo Charles podría estar en Juvenil, y nos adentramos en infantil porque estas secciones suelen estar juntas. Pero al llegar a  ‘Juvenil’ fue a peor: Crepúsculo era lo menos extraño, pues todos los títulos, que no me sonaban de nada, aludían a elfos, magos y magia o a cosas negras como la puerta negra, ángeles negros o ejércitos del mismo color. Yo me mosqueaba y mi madre se reía diciendo que Dickens no lo leía ningún joven normal, entre los que yo no me encuentro por lo visto. Disiento, yo he leído Harry Potter, incluso confieso que leí la saga de Crepúsculo, pero eso no me hace abandonar la literatura de verdad, y tampoco me hizo sumergirme en esa literatura fantástica y extraña que parece ser que es lo único que un joven puede leer.

Vimos todas las secciones ya sin ton ni son, y nada, sin rastro… En una cabecera de oferta se dibujó la esperanza al ver títulos que en principio parecían menos comerciales, pero resultó que Delibes figuraba al lado de Coelho, y aquello demostró que el orden de aquél reducido espacio era meramente casual. Al dependiente o dependienta, como se dijo la noche del 23 F, ni estaba ni se le esperaba…

Sinceramente no creí que quien organizara aquello supiera mucho de libros en general, ya que el orden indicaba que había sido hecho por el criterio de dimensiones, esto es, donde mejor quepan. El Principito estaba al lado de La reina del Sur, imagino que por jerarquía monárquica o algo; y al emocionarme viendo un libro de Agatha Christie me llevé un palo mayor, pues se trataba de un libro de recetas de cocina… Derrotada, tomé la primera opción, la que debí haber tomado en un primer momento; la papelería-librería del barrio. Este establecimiento incluso tiene su puesto en la feria del libro, y desde luego su dueño entiende de literatura. Es el típico sitio donde puedes comprar un bolígrafo, echar la quiniela, comprar el Marca y hacer fotocopias…

Al llegar y preguntarle al dueño si lo tenía respondió “¡Oh! Great Spectations” y entonces lo supe con más certeza aún, tenía que haber ido ahí en el primer momento, mis esperanzas eran demasiado grandes para la gran superficie.

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Técnica Superior en Integración Social, Graduada en Trabajo Social, Especialista Universitaria en Mediación, Máster Oficial en Género e Igualdad. Actualmente Doctoranda en CC. Sociales; investigadora...