No sé porqué, pero no es la primera vez que en esta columna se mezclan la homosexualidad y el clero, y no es que me obsesione el tema, más bien me da lo mismo, pero está visto que la Iglesia con determinados preceptos tan contrarios a la coherencia social, atrae la catástrofe, y yo caigo, como el pájaro atrapado por la serpiente.

Que existan curas homosexuales es algo que realmente no debería importarle a nadie, ya que poco importa la tendencia sexual de alguien que debe permanecer casto y célibe.  Huelga decir que faltar al voto de castidad es algo que solo incumbe a la propia Iglesia, aunque faltar a él con menores de edad, o cualquier persona en contra de su voluntad,  incumbe a la sociedad entera, ya que se trata de delitos tipificados.  Dicho todo esto, que es lo más simple y obvio que se debe tener como base en estos temas, yo me pregunto: ¿Cómo hemos podido llegar al surrealismo de que un sacerdote pida públicamente que le midan el ano?  Es algo que por más veces que lo lea y lo consulte en los periódicos, me sigue pareciendo impresionante.

No voy a defender ni acusar a este cura, no lo conozco de nada y no puedo opinar. Ahora bien,  imponerle un peritaje psiquiátrico y la prueba del VIH es demasiado. En caso de ser gay el VIH sería su problema y de sus supuestas parejas, y la prueba psiquiátrica es un absurdo completo, a no ser que el obispado lo remitiera al célebre Aquilino Polaino, quien aseguraba tener cura para este tipo de “males”.  Desde luego es novedoso que a la Iglesia Católica le preocupe tanto la propagación del VIH, cosa que repercutiría en beneficio de muchos.  De otro lado, recuerdo una entrevista del mediático Boris Izaguirre en que contaba como por su extraña conducta infantil lo llevaron al psiquiatra. Decía el venezolano que le ponían electrodos por todas partes, y los médicos parecían no estar contentos con los resultados, ya que según él, esperaban que la máquina mostrara en grandes letras luminosas “Marico”, que es el apelativo cariñoso de los homosexuales en ese país por lo visto. Parece ser que esperaban pruebas similares para este sacerdote, que asegura  haberse sentido muy humillado realizándolas.

La historia es rocambolesca en todo extremo, y daría para un culebrón impresionante. Seminarista cubano con cuerpo de atleta, acusación por robar dinero en su anterior parroquia, acusación por poner un anuncio en la sección de contactos, en fin, que es imposible saber a quien creer, y en medio del desconcierto, sale el buen hombre, al que por lo visto una prueba más no le importaba, y pide que le midan el ano para comprobar si lo tiene dilatado… Podría comentar tantas cosas a este respecto que creo que sólo diré una, descartando el resto de burradas; Mary Popins. No se trata de un chiste sobre el ano del cura y el apellido de la niñera, hasta ahí podíamos llegar, que soy una persona seria, pero me vino a la mente el otro día la cinta métrica que poseía Mary y que era mágica. Al medir a la gente te los describía, de manera que supo como eran los niños de la película nada  más tomarles medidas, y cuando se midió a sí misma podía leerse “Mary Popins, prácticamente perfecta en todo”.  Ya puestos, habría que medirle el ano con una cinta parecida, a ver que decía…

www.SevillaActualidad.com

Técnica Superior en Integración Social, Graduada en Trabajo Social, Especialista Universitaria en Mediación, Máster Oficial en Género e Igualdad. Actualmente Doctoranda en CC. Sociales; investigadora...