Más de una vez he hablado aquí de “el sevillano”, cosa que en el fondo no me gusta pues suena generalista y parece que meto a todo el mundo en el mismo saco. Cosa que siempre es injusta, pero es que hay ciertos sectores que llaman poderosamente mi atención, y no lo puedo evitar.

Un rasgo interesante es ese matiz apocalíptico hispalense. Ése que vaticina tremendos y desafortunados finales, sin tener en cuenta el progreso o que en el pasado sí que se han cometido atrocidades de verdad, cosa en la que ya me extendí hablando en su día de la Plaza de la Encarnación.

Como ya las setas no las pueden tirar, quedaba el caballo de batalla de la Torre Pelli. Más de uno y de dos se las prometía felices en este asunto, pensando que con el respaldo de la UNESCO aquello se pararía, y esa torre que tanto parece molestar a muchos quedaría en el cajón del olvido. Personalmente, no sé si soy una cateta  o una niña, pero a mi comprensión distorsionada, organismos y comités como la UNESCO, el COI o similares, aparecen como un INSERSO reducido y lujoso; un pequeño grupo multicultural  de personas de cierta edad que apuntan cosas en una libretita y con esa excusa se pasan el día viajando y comiendo opíparamente. De hecho, firmaría ahora mismo pertenecer algún día a algún organismo similar.

El caso es que la UNESCO ha servido durante mucho tiempo como a Pedro le sirvió el lobo, para amedrentar al personal. Era terrible, nos sacarían de sus listas, determinarían que nuestro patrimonio está en peligro y mil infortunios más. Es una suerte que estos señores no tuvieran en cuenta la demolición del Palacio de los Sánchez-Dalp, el ensanche de Imagen o, simplemente, esos terribles bloques de pisos que afean zonas como San Lorenzo o la Alfalfa, por poner un ejemplo. El caso es que según estos señores, nuestro patrimonio no está en peligro, y revisarán el tema dentro de un año, no hay prisa.  Jarro de agua fría para los contrarios a la torre, que incluso fueron a la acampada sevillana del 15 M a defender su causa. Sus esperanzas parecen desvanecerse, pues según dicen ellos mismos, la obra continúa a un ritmo trepidante. Celebro que en los tiempos que corren una obra vaya rápida, ciertamente es una rareza.

Y estamos en lo de siempre, la polémica, los artículos exaltados de plumas más exaltadas aún, las quejas, los indiferentes, y los que como yo, no ven nada de malo en la torre. Al fin y al cabo, de pequeña me entusiasmaba subir por el ascensor de la Torre MAPFRE al último piso de ésta para ver Sevilla desde allí.

Ya lo dije. Hay quien primero se queja, luego lo asume, y finalmente presume… Parece que ya veo esas masas subiendo al último piso cámara en mano.

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Técnica Superior en Integración Social, Graduada en Trabajo Social, Especialista Universitaria en Mediación, Máster Oficial en Género e Igualdad. Actualmente Doctoranda en CC. Sociales; investigadora...