Aunque pueda parecer una desquiciada que escribe aquí sin ton ni son, por encima de mí en este medio tengo varios jefes. El más directo, el de la sección Opinión entre otros cargos, a menudo critica que no soy tan mordaz como a él le gustaría con el gobierno nacional, autonómico y local, pero hoy puede, sólo puede, que esté algo más contento conmigo.

La falta de crítica que él acusa se debe a dos motivos muy básicos, uno que tal vez no me apetece tratar esos temas e incluso me siento más feliz siendo frívola, y el otro es que tal vez considero que el lector ya tiene mucho que leer en ese aspecto, y en ocasiones por gente más indicada que yo, en otras ocasiones simplemente pueden leer a personas más cabreadas y más de derechas. Confesar que soy de izquierdas a estas alturas creo que no es novedoso, lo cual no me impide tener cierta objetividad y autocrítica. Por ello le prometí que pasados los comicios tocaría el tema de quienes hasta el 11 de junio han sido nuestros gobernantes, fuera cual fuera el resultado del domingo pasado.

Ya he dicho que mis preferencias creo que no se contraponen con saber la diferencia entre el bien y el mal, o al menos cierta diferencia, eso sí, no espere nadie que caiga en la crítica zafia y facilona con poco fundamento. Que un socio de gobierno fume en pipa o se haga fotos comiendo marisco no me parece criticable ni chistoso; mientras él se lo pague puede hacer lo que le plazca, aunque la verdad es que lo de la foto si me parece algo es una catetada, será porque no como marisco y hubiera preferido siendo él comerme un chuletón de buey por ejemplo.

Ahora bien, esta última legislatura ha sido una pena, una completa pena. Había buenos elementos, ideas interesantes, partidos que tenían una oportunidad de oro por hacer algo grande, pero esto es Sevilla, esto es España, y aquí siempre pasará lo contrario a lo que parezca lógico. El alcalde hacía años que no me gustaba, por cuestiones personales, por pareceres diferentes, por su afición a las fotos y su poco juicio. La última que me sorprendió fue la insistencia de poner las sillas del ‘Plan Palio’  por… narices, contradiciendo a Rosamar Prieto, que lógicamente opinaba que era tarde para adoptar con éxito semejante medida. Al socio de gobierno poco se le puede decir. Entre los problemas que se ha buscado y los que le han caído va el hombre ya bien servido. La pena es que en su agrupación hay gente muy válida que en mi opinión lo habría hecho mil veces mejor, pero lo dicho, le tocó a él y así ha salido.

Ideas fantásticas como la peatonalización de ciertas zonas, el metro y metrocentro, el Metropol Parasol, incluso las bicis, podían haberse hecho mejor, gastando menos o al menos con mejor ejecución, pero ser chapucero parece una herencia barroca de la que no se pueden desprender algunos dirigentes. Ahora bien, se han enfrentado a la crítica desargumentada de mucho hispalense con poca cultura y mucha mala leche. Restringir el acceso al centro para el tráfico particular hizo que muchos pusieran el grito en el cielo, y aunque a mí tampoco me convence la medida ya que no tenemos ni aparcamientos ni una red de transportes idónea como para eso, pero sin embargo nada dijo Zoido de sus compañeros de partido en Granada quienes blindaron el centro, sin cuarenta y cinco minutos ni nada, allí entras y te multan sin tiempo a rezar un Ave María, a no ser que metas el coche en un parking.

Y es que para los políticos en general el rasero es tan flexible como los resultados electorales, que cada uno interpreta a su modo y manera, según convenga. Al PSOE lo han castigado, que también existe el voto de castigo; y lo dice alguien a quien sus padres la llevaron en carrito a los mítines de Felipe González. Los han castigado y en parte con motivo. Los han castigado y no es una excusa, es un hecho. ¿El castigo es proporcional? ¿Merecido? No lo sé. Pero sé, o quiero al menos creer que sé, que este castigo va a servir para algo, para replantearse acciones y medidas que no son propias de un partido de izquierda, por moderado que se sea. Servirá para que muchos se vayan o les inviten a salir, para que  se replanteen posturas y se aprenda de los errores. Leyéndome es tan idealista lo que escribo que me río de mí; pero aunque sé que esto no se cumplirá por completo, albergo la esperanza de no equivocarme tanto como  pueda parecer. Y es que don Alfredo le dejó a su compañero una herencia difícil de digerir, un auténtico trabajo de Hércules que superar.

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Técnica Superior en Integración Social, Graduada en Trabajo Social, Especialista Universitaria en Mediación, Máster Oficial en Género e Igualdad. Actualmente Doctoranda en CC. Sociales; investigadora...