Cualquier perfil en redes destinado a promover la psicología positiva, el coatching o la tendencia psicoemocional que esté de moda, tiene un nutrido puñado de memes o fotos motivadoras hablando de que la vida son ciclos, etapas, y así hay que entenderla y afrontarla.

Mi etapa en esta web de información ha sido larga, no digo que demasiado, pero no me negarán que llevo un puñado curioso de años contando cosas por aquí. También ha sido prolífica a ratos, y en ocasiones, destacable en su impacto, sobre todo cuando la gente y algunos animales no han compartido mis opiniones y lo han hecho constar, con más o menos educación, con más o menos argumentos, con más o menos faltas de ortografía.

En mi andadura tengo la satisfacción de que no sólo me haya leído mi madre, y no hablo de esa gente a la que mi madre “obliga” a que me lean, desde aquí les pido perdón. También, inesperadamente, he tenido sorpresas en cuanto a mi audiencia, contando a veces con la visita de personajes destacados que alguna vez se pasaron por aquí, en muchos casos por alusiones, y en otros, por pura espontaneidad. De entre este último reducido grupo, puede que el más singular, por inesperado para mí, fuera el dueño de Remo, quien, sabrá la Pura y Limpia por qué, se dejaba caer por aquí, sin que en ello mediara nuestra común hermandad entorno a la patrona del gremio alfayate.

También merece mención especial saber que a veces una ha pasado al papel, ya que aunque el de mi menda está en la red, hay quien se ha lanzado a imprimir mis líneas y que estas acaben en sitios tan insospechados como un lugar de esta ciudad que hoy día es de polémica actualidad por estar destinado a intentar orientar a esa gente que un día, por buena o mala suerte, se vió desprovista de hogar, reducida a problema social. Allí, una de mis excompañeras me elevó a la categoría de deidad profana, teniéndome presente en letras y estampa, para recordar porqué hacen un trabajo tan silente, tan criticado en que nadie se para a pensar si las raíces de los problemas no están enterradas más profundamente de lo que se piensan quienes simplemente, proclaman a los cuatro vientos que les molestan las personas en situación de calle.

Son muchos los trastos en forma de recuerdos que pasan por mi mente mientras ordeno ideas y letras en el teclado. Son tantos que cualquiera diría que hago la maleta emocional.

Nada más lejos de la realidad. Si en algo soy valiente, no es en decir adiós. Detesto despedirme hasta el punto de que adopté como mantra aquello del maestro Sabina de que “lo peor es cuando al punto final de los finales/ no le siguen dos puntos suspensivos…”

Es por eso que si por convicción o cobardía no les digo adiós, sí digo hasta luego.

Mis ausencias de los últimos meses atestiguan que esto es necesario. No es que me hubiera vuelto alodoxafóbica, ni que me hubiera cansado de recibir improperios por mis escritos. Nada más lejos de la realidad. Es que la vida son ciclos, etapas… Tengo muchos memes buenrrolleros que me dan la razón.

Entré a formar parte del patio de columnas, que en aquella época apenas era un porche, con mucha inquietud por decir cosas, y porqué no admitirlo, con tiempo libre para dedicarle a mi paginita semanal. Si bien ha habido rachas en que me he organizado mejor o peor, siempre tuve la certeza de que podía llevar este cometido a algún puerto, fuese más o menos bueno.

Pero ahora mi vida es otra, mis años también se han ido sumando al cuentakilómetros y las responsabilidades académicas y laborales son muchas, a veces demasiadas. Son tantas, que en mi escaso tiempo libre, el cuerpo me pide dedicarme a mi familia, mis amistades, el mundo que está por conocer; actividades estas que necesito que se lleven a cabo lo más lejos posible de cualquier ordenador o cacharro similar.

Siempre me tomé esta columna (pese a las recomendaciones no me veo con empaque como para llamarlos artículos) como un placer, no como una obligación. El problema radica en que me veo tan forzada a llenar páginas por imperativo categórico y laboral, que esta página, que era por gusto, ya no encuentra su hueco, su tiempo o su calma.

Debería alegrarme, al fin y al cabo todo esto viene dado porque ya no soy esa chica de futuro laboral incierto, que no sabía si las cosas a las que le interesaba dedicarse iban a ser a su vez de interés para el mundo.

Resultó que sí, que también yo iba a crecer, con todas sus implicaciones, responsabilidades, y decisiones difíciles de tomar.

Mientras que me lo permitan, estas gradas no se cerrarán, pero no puedo ni debo asumir un compromiso de tiempo, frecuencia, constancia.

Al fin y al cabo, ya he dicho que no sé despedirme, y no me apetece aprender precisamente hoy.

Técnica Superior en Integración Social, Graduada en Trabajo Social, Especialista Universitaria en Mediación, Máster Oficial en Género e Igualdad. Actualmente Doctoranda en CC. Sociales; investigadora...

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