A pesar de los pesares, y de los pasares del tiempo, tal vez porque a veces soy una persona con una lógica que se extrapola a todos los ámbitos de su vida, hay temas que me chocan una y mil veces, y que no entiendo cómo no avanzan.

 

Hoy le vuelve a tocar al binomio opción sexual e Iglesia Católica. Tranquilos todos, no voy a rememorar el escabroso caso del sacerdote vecino de la sevillana calle Jesús del Gran Poder, ni voy a volver a hablar de aquel reportaje de la italiana revista Panorama que tanto juego me dio. Hoy simplemente vuelve a ser la reflexión de siempre, la que muchos ciudadanos tolerantes, independientemente de su confesión religiosa, se hacen con frecuencia, que no soy yo la única que señala las cosas lógicas o ilógicas de este loco mundo loco.

Últimamente me ronda el pensamiento de que si todas las personas que como opción sexual  tienen el compartir su vida o parte de esta con alguien de su mismo sexo hicieran una especie de plante, un alzamiento de voz, un puñetazo en la mesa, que  “hasta aquí hemos llegado hombre”, que no se puede consentir que la Iglesia tilde de enfermos o viciosos a personas buenas, generosas que además de no hacer mal a nadie con su elección de vida, en muchos casos, sobre todo en esos que en Sevilla nos son tan cercanos como las hermandades, ayudan, no sólo pagando sus cuotas, sino que se desviven en cuestiones florales, de priostía, de catequesis, secretaría y mayordomía incluso, que lo de que sea una cuestión de vestidores de imágenes y floristas meramente, suena a tópico y etiquetación de las malas…

Y así está el patio, a ningún miembro de la Iglesia le tiembla la voz al ensalzar el pecado de la homosexualidad, y hoy me pillan en un buen día y no voy a entrar en la homosexualidad dentro del clero, y no les importa sin embargo el tiempo de estas personas, el dinero de estas personas, su entrega y dedicación a la hora de contribuir a la manifestación de la fe en el  estilo que más gusta por estos lares, que a la postre y si me disculpan, aunque alguno aproveche para tacharme de chovinista, suele ser el más efectivo en esta bendita tierra.

Pero como digo, si de la Iglesia no sale, también estaría bien ver algún movimiento por parte de estas personas, que si bien no tienen que dar ninguna explicación  de su vida ni justificarse ante nadie, sí sería agradable que al menos, de alguna forma más diplomática que las que yo tengo en mi mente, se “hicieran respetar” en algún sentido, y no los ofendieran aquellos que no tienen derecho a hacerlo.

Tal vez todo esto viene provocado por algo que a priori nada tiene que ver, la comparsa de Tino Tovar, la que se alzó con el primer premio la madrugada del 4 de marzo. Y conste que servidora es devota confesa de la comparsa de Jesús Bienvenido, pero  sabiendo que Tino es digno merecedor de este premio, ha ocurrido algo que me reafirma en esto y enlaza con lo anterior; un pasodoble. Uno que figura  en determinados muros de redes sociales  de personas que podrían perfectamente encajar en la enumeración que hice antes de personas que ayudan más a la Iglesia que servidora, a la que por cierto, le gustan los hombres de toda la vida, y puede entender que igual que a ella, también le gusten a otros hombres. Bromas a un lado, me emocionó de forma extraña ver circulando un pasodoble que les reconocía el derecho a no esconderse, a vivir su religiosidad sin ningún tipo de censura, ni de forma pública ni privada, tan rara y tan normal como la de cualquier otra persona.

Dejo el pasodoble con la esperanza de que alguno se anime, si aún no lo ha hecho, y viva su fé como mejor pueda y le dejen.

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Técnica Superior en Integración Social, Graduada en Trabajo Social, Especialista Universitaria en Mediación, Máster Oficial en Género e Igualdad. Actualmente Doctoranda en CC. Sociales; investigadora...