No creo que haya que celebrar que lideremos el paro de España. Tampoco que el partido que nos gobierna desde que nacimos esté bajo sospecha por escándalos políticos, ni la nula democracia interna del principal partido de la oposición.

Ya se pasó la fiesta, el jolgorio y los golpes de pecho. Ahora toca recoger las banderas, guardar el andalucismo y hasta el año que viene. Creo que no podemos celebrar que nuestro gobierno, el andaluz, lo esté haciendo bien. Ni que nosotros, todos, y en general, estemos movilizados, luchando contras las injusticias que sufrimos a diario para sacar nuestra comunidad, y no hablo de territorio, sino de personas, adelante.

Soy andaluz. Me siento orgulloso de mi historia. De mi pueblo luchador, humilde y trabajador como el que más. Igual de orgulloso de aquellos que se esfuerzan en mejorar, que intentan cada día continuar con su preparación, montar un negocio, investigar pese a las trabas, o reflexionar, escribir o informar de lo que, a nuestro alrededor sucede cada día del año. Pero no puedo sentirme orgulloso de otras muchas y tantas cosas que también veo en Andalucía y que parece que se olvidan cada 28 de Febrero, al más puro día de la marmota.

Se ha hecho mucho en estos más de 30 años. Aún queda mucho por mejorar. Pero si un reto tenemos los andaluces por delante, como sociedad, como comunidad, como país o como lo que cada uno quiera llamarse a sí mismo, es ser más críticos y menos autocomplacientes. Actuar más para cambiar las cosas, y esperar menos a que sean otros quienes nos las cambien por nosotros.

Ser crítico no es sólo serlo con Rajoy o con Susana Díaz. No es serlo desde la izquierda o la derecha. Ser crítico es analizar y proponer para mejorar. En todo y desde todos los ámbitos. Para progresar y superarse, es condición ineludible poner sobre la mesa una crítica, para desde ella, construir las mejoras pertinentes.

Pero en esta Andalucía nuestra, la crítica, no está lo presente que en una sociedad democrática con ocho millones de habitantes cabría esperar. Podremos pensar que la culpa será de un gobierno, de una clase empresarial o de un determinado nivel cultural, pero lo que está claro que la culpa, sobre todo, es de la propia sociedad andaluza, y no sólo de sus instituciones. Andalucía se celebra, se quiere, y se enorgullece de sí misma cada 28 de febrero. El 1 de marzo, vuelve a olvidarse de sí.

Andalucía hoy sigue sin establecer su propio modelo de desarrollo económico de futuro. Andalucía hoy sigue sin una cabecera informativa independiente que hable de ella y para ella desde Huelva hasta Almería. También sucede hoy que un sevillano en tren tarda casi lo mismo en ir a Madrid, que en llegar a la segunda ciudad de Andalucía.

Unidas ambas áreas tendrían un potencial que difícilmente podría frenar cualquier elemento ajeno a Andalucía. Sin embargo, pese a la autonomía, pese al progreso, pese a la modernización, los AVE o los aeropuertos, ambas siguen viviendo de espaldas, una a la otra en infinidad de cosas.

Andalucía hoy lo que necesita es gente que no sólo se acuerde que es andaluz un día al año ante una bandera. Gente que crea en sus posibilidades. En lo que puede llegar a ser. Esa es la Andalucía en la que cada 28 de febrero no puedo dejar de pensar.

Así que mientras Andalucía siga siendo la escusa de unos, la barrera de otros, o el pan con aceite de todos, seguiré cada 28F celebrando lo mucho que nos queda por hacer.

Licenciado en Periodismo y Máster en Sociedad, Administración y Política, puso en marcha el 'Proyecto Deguadaíra', germen de Sevilla Actualidad. Ha pasado por El Correo de Andalucía, Radio Sevilla-Cadena...