Una ciudad en la que buena parte de la vida se hace en la calle, debe buscar el término medio entre el derecho al descanso y el ocio nocturno. La nueva ordenanza de veladores los restringe a las 23:00 horas en las zonas que el Ayuntamiento califica como ‘acústicamente saturadas’, un límite temporal excesivamente restrictivo que en los meses de verano será de muy difícil cumplimiento por parte de los hosteleros y sus clientes.

El problema de la noche sevillana no radica, a grandes rasgos, en los locales con veladores, sino en la pasividad policial y falta de alternativas municipales ante el botellón. Invito a cualquiera de los lectores a darse un paseo a las 00:00 o 01:00 horas de cualquier jueves o fin de semana por la calle Pérez Galdós, en la Alfalfa, y podrá ver algo muy similar a una bulla de las que tanto gustan aquí.

Las llamadas al 112 de los vecinos no tienen efecto alguno, hecho que contrasta con la situación de la Alameda de Hércules, en la que algunas noches se pueden ver hasta cinco patrulleros con el objetivo de controlar el cierre de bares y pubs.

En lo que ahora algunos llaman ‘El Soho Benita’, la Alfalfa de toda la vida, hay pubs en los que se fuma sin problemas en su interior, bares sin licencia que abren a las 03:00 horas y continúan ejerciendo su actividad -ilegal- a las 08:00 horas. ¿Por qué hay tanto celo con la Alameda y tanta pasividad en la Alfalfa? ¿Hay vecinos de primera y de segunda?

Las ordenanzas, por sí mismas, no tienen utilidad alguna si no se garantiza su cumplimiento y se alcanza el punto de equilibrio para que todos puedan disfrutar de la ciudad cuando salen y descansar cuando duermen, y para ello es imprescindible habilitar alternativas -reales y serias- para el ocio nocturno juvenil o incluso el botellódromo al que obliga la ley Anti botellón.

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