Peinado milimétrico con escuadra y cartabón aderezado con una buena dosis de ‘Patrico’, impoluta camisa remangada a tres cuartos, chaleco con cocodrilo echado por los hombros cuyas mangas se abrazan a la altura del esternón, cinturón rojigualda, pantalón rojo y zapatillas de esparto. No cumple años, sino Domingo de Resurrección en la Maestranza o Funciones Principales de Instituto en su hermandad.

Es la imagen que muchos proyectaban al imaginarse a @RancioSevillano, un boom local en twitter durante los últimos meses que ayer se quitó el antifaz -de ruán- al presentar su novela ‘El Asesino de la Regañá’ y, lo que es más importante, dar una lección sobre la ciudad como muchos la entendemos.

Un año puedes vivir la Semana Santa como un jartible y a la siguiente salir de viaje, sin por ello perder puntos en el artificial ranking de sevillanía que algunos pretenden hacer. Disfrutar tanto de una buena tarde de primavera de tasca en tasca como de un concierto de Haze, ser capillita y progresista, ser conservador y no poder ver un nazareno o ser judío y amar la Semana Santa como manifestación cultural y artística.

Julio Muñoz Gijón, con su camiseta de Silvio -Rockero y cofrade-, vaqueros y deportivas, es savia renovada para una ciudad necesitada de dejar a un lado los estereotipos, de poner en valor lo autóctono sin renunciar a reírse de sí misma desde el respeto. Una ciudad con capacidad de autocrítica y que avance. Una ciudad entendida como conjunto en el que tengan cabida todo tipo de sensibilidades, sin por ello ser menos sevillanos.

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