«Me estoy adaptando a las nuevas narrativas audiovisuales». Este mi nuevo consuelo –o quizá una forma de autoengaño, una excusa– para justificar sin sentirme mal las horas que esta semana le he echado a una red social que pensaba que nunca usaría y de la que llevo meses y meses renegando: el famoso TikTok, ese que tantas descargas consiguió durante la pandemia; el coronavirus como empujón final de uno de los algoritmos más adictivos que existen. 

Los vídeos se suceden como pequeñas pildoritas que siempre te dejan con ganas de más, bailes, recetas, consejos amorosos, o todo a la vez, se mezclan con canciones de reggaetón, datos curiosos sobre cualquier tema y algún toque de humor que hacen que no puedas parar de consumir. Porque al final es eso, ¿no? Otra plataforma más de consumo, donde exponernos, mostrarnos, compartir ideas y estupideces, entretenernos y desconectar. 

CONTENIDO EXCLUSIVO

Puedes hacerte socio o registrarte gratis

Si estás registrado o eres socio inicia sesión

Periodista andaluza con el ojo puesto en la cotidianidad, la juventud, la mujer y los cambios sociales. Antes en Paraninfo, Creando Conciencia y TUSSAM. Aprendiendo siempre. En Twitter: @_martinagalan