Estamos ya avanzando en mayo y aún estamos asimilando estas semanas atrás. Volvieron las procesiones, el olor a incienso, las escapadas de quienes pudieron permitírselas o las tapas en una terraza de quienes prefirieron la calma. Volvieron el albero, las casetas… y rescatamos los trajes de flamenca de años atrás para volver al Real de la Feria por todo lo alto. Nos pensamos quizás si echar una mascarilla por si acaso en el bolso, pero fuera como fuera, el caso es que sacamos un hueco en nuestros planes para salir de casa, romper con nuestra rutina y dejarnos estar un rato a gusto con los nuestros.

Se nos olvida rápido que el año pasado no podíamos siquiera movernos entre provincias por estas fechas y que no hubo nada que celebrar. Hace apenas meses, nuestras últimas fiestas volvieron a estar de hecho marcadas por la pandemia. Las últimas navidades, aun siendo ya 2022, tuvimos que volver a calcular con cuántas personas nos sentábamos en la mesa y cuidar las distancias. Las primaveras anteriores pasaron sin pena ni gloria y este año, por primera vez desde 2019, hemos festejado ese florecer entre botellas de manzanilla, sevillanas, cruces y levantás. 

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La calle cuenta historias a diario y yo no puedo evitar pararme a escucharlas. Comunicación, relaciones internacionales, cultura de paz, derechos humanos, fotografía… y lo que esté por llegar.