Mi relación con la comunicación empezó el día en que nací. En el momento en el que mi madre me acurrucó contra su pecho y me hizo saber lo feliz que era de tenerme con ella, nos comunicamos. Aunque quizás, mi relación con la comunicación empezara incluso antes, cuando mi madre me cantaba antes de ella irse a dormir, y yo le respondía entre patadas y manotazos desde dentro de su vientre. Entre cantinelas y conversaciones que solo ella y yo teníamos el placer de compartir, empezaría nuestra conexión.

Para mí, la comunicación es eso, conexión. El poder de comunicar recae en ser capaz de llevar la información a buen puerto, a un receptor que no solo reciba tus mensajes sino que los digiera. Y que, además, si me apuras, los haga parte de él, aunque solo sea por un momento. ¿De qué me sirve lanzar palabras al viento? Yo quiero que lleguen a alguien, que la verba no pulule por los aires, quiero que se arraigue en la cabeza o en el corazón de quien me lea, y que se quede un rato a vivir ahí, buscando mecer algún pensamiento, provocando alguna reacción. Ahí, y esta es mi opinión, está la clave de la comunicación. Entre la conexión y la respuesta.

CONTENIDO EXCLUSIVO

Puedes hacerte socio o registrarte gratis

Si estás registrado o eres socio inicia sesión

Relaciones Internacionales y Comunicación. Joven andaluza y algecireña preocupada por la realidad del mundo. Con la oreja puesta en las personas. En twitter: @martagilriesco