Cruzo el puente en el autobús y ante mí hay una Sevilla distinta, una ciudad que se quiso presentar al mundo como el futuro, una ciudad casi abandonada. El dibujo del dragón que rodea Isla Mágica me guía por esta otra Sevilla, una especie de polígono fortificado por el río, el Alamillo y la carretera. El C2 para en la Escuela de Ingeniería y por la ventana veo el rótulo que daba entrada al Pabellón de la Energía, tirado en el suelo y rodeado de puntos de información, mapas y restos de la Expo del 92.

Cuando paseo por las calles de La Cartuja tengo la edad que tenían mis padres cuando vivieron en la Expo algunos de los primeros momentos de su noviazgo y pienso en ellos. Intento imaginarlo todo lleno de color y vida, tan distinto a lo que veo ahora, un espacio gris y abandonado cuyos ecos resultan decadentes. Si no fuera por Isla Mágica, la Universidad o las discotecas que hay junto al puente, nadie querría cruzar ya la Barqueta.

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Periodista con la vista puesta siempre en Andalucía, el feminismo y los movimientos sociales. También ha pasado por El Periódico de Catalunya y Estadio Deportivo. En Twitter @victoriafloher