La guerra es un acto inadmisible, cruel e inhumano. Hasta ahí, casi todos estamos de acuerdo. Pero, cuando se trata de una invasión, como la que está sucediendo en Ucrania o Palestina, los calificativos se escapan del diccionario en forma de improperios. Nos arruinamos en adjetivos para rechazar las acciones de Vladimir Putin y asistimos con el cuerpo cortado al hundimiento y la destrucción de casi todo un país, con la salida de su población.

Todos somos de Ucrania. ¿Quién está con los rusos? Nadie, que yo conozca. ¿Conoce usted, querido lector, querida lectora, a alguien que esté con Putin? Si es así, apártelo de su vida. Aquí venimos a apoyar a los ucranianos. Por lógica y por sentimiento, ¿verdad? La invasión ha sido un golpe caprichoso, megalómano y, a todas luces, fascista. Sin embargo, ¿por qué, ahora, creemos que todos los rusos, por el hecho de serlo, son unos invasores?

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