Sentada en uno de los 36 pupitres que conforman la sala, sin darte cuenta - porque eres demasiado inocente, demasiado joven para hacerlo -, formas parte de un mini-universo que, a un ritmo vertiginoso, crecerá a una escala mayor. Tu pequeño mundo dejará de ser pequeño para ser enorme, y tú, a trompicones, te obligarás a hacerte más grande aún para hacer frente a lo que otros te han comentado que está por venir. Como si esos otros tuviesen la capacidad de predecir el futuro, tu futuro.

En el colegio compartes clase con otros 35 individuos, cada uno, 'de su padre y de su madre', como muchos dirían por aquí. Compartes clase, vida, sueños y aprendizaje. Convives con ellos. Leéis los mismos libros, atendéis a los mismos profesores y les pedís (casi todos) a vuestras madres que os hagan el mismo tipo de bocadillo, salami y queso, una nueva moda que ha inventado David, el tío más divertido de la clase. Lejos de destacar por sus notas, tiene una personalidad extrovertida que le ha hecho convertirse en el líder de vuestra pequeña burbuja. Cuando estás cerca de David, sientes que perteneces a algo, te sientes 'guay', cuando te escucha, cuando te aconseja, cuando te dedica tiempo. Aunque sean cinco minutos, la serotonina se activa y la barra de tu autoestima se dispara. De nuevo, inocente e inexperta, sin darte cuenta.

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Relaciones Internacionales y Comunicación. Joven andaluza y algecireña preocupada por la realidad del mundo. Con la oreja puesta en las personas. En twitter: @martagilriesco