Mi vida no es perfecta. Colecciono cientos de fallos, tareas a mejorar y proyectos que nunca conseguí poner en marcha. En la película de mi vida, jugaría el papel de antihéroe. ¿Soy feliz así? A ver: soy joven, el paro juvenil nacional está en 40%, la salud mental nos ha estallado en la cara, las nuevas tecnologías han creado nuevos complejos e inseguridades en mí, el mundo gira a una velocidad tan desorbitada que me siento en un intento perenne por tomarle el pulso, la competitividad que ha traído la globalización me ahoga y, por si fuera poco, ni siquiera sé si estoy preparado para afrontar todos esto. ¿Problemas del primer mundo? Quizás. ¿Soy feliz así? No lo sé, pero tengo claro que no quiero escapar de mi vida. Mucho menos, para vivir en un universo paralelo ajeno a mis problemas y a mi realidad.

Recientemente, Facebook anunció que cambia de nombre. Desde ahora, la empresa de Mark Zuckerberg se llama Meta Platforms. El motivo es que, en cinco años, el mastodonte tecnológico dejará de ser una compañía de redes sociales y pasará a centrarse en el ‘metaverso’. Es decir: en crear escenarios que vayan más allá –meta– del universo tal y como lo conocemos –verso–. En pocas palabras, su objetivo será desarrollar un «videojuego» –aunque no podamos llamarlo así– en el que viviremos una vida en formato digital, distinta a la actual. Podremos viajar, tener relaciones sentimentales, aprender conocimientos, hacer amigos, desarrollar actividades económicas… todo. 

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