Un día se plantó en mitad de la clase y dijo: no creáis que el sistema funciona porque sí. Yo pensaba que tenía muy mala suerte con los secadores de pelo hasta que descubrí el concepto ‘obsolescencia programada’.

Belén Zurbano Berenguer. Aquella tarde también lo descubrí yo. Y hoy es la base de la economía que nos atenaza y martiriza. Los productos se fabrican con marca de caducidad. Para ‘incentivar el ciclo de consumo’, es decir, enriquecer a unos, frustrar a otros, joder a muchos.

Ahora entiendo por qué la estufa que tiene mi edad aún no se ha roto y es la que más calienta mientras que las que hemos ido comprando a posteriori han caído como moscas en la miel presas de un súbito dejar de funcionar porque sí. O por qué a los tres años los ordenadores empiezan a dar unos fallos extrañísimos que ningún formateo parece subsanar. O porque mi a mi antiguo móvil blanco siempre lo tuve por el año 2002 porque si no empezada a hacer unos cortocircuitos extrañísimos.

Llámenme  dura, pero esto es una putada mayor con perdón. No sólo es que la economía y la producción haya dejado de estar al servicio de la satisfacción del ciudadano, es que, ahora, tenemos que estar consumiendo los mismos artefactos en diferentes periodos/ versiones para enriquecer más a los propietarios de todo. Porque, atención, que compremos tres móviles en cuatro años no va a enriquecer más al chino explotado, al marroquí que trapichea con ellos ni al dependiente español del The Phone House. Quiá.

La sociedad civil tras el asentamiento de la globalización y ese cheque en blanco que supuso el rescate financiero iniciado por el más liberal de los países, EEUU, ha sido relegada por las estructuras económicas y de poder –o sea, por lo/s mismo/s- a un mero mercado expendedor de dinero. Dinero que nos sacan hasta programando cuando debe romperse la lavadora. Serán rastreros.

Comprar, tirar, comprar. Reportaje de RTVE.

http://www.youtube.com/watch?v=TUALXSZL2ww

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