Lo que más me preocupa de estos resultados es mirar a mi alrededor  y ver que, aun cuando el paro está por la nubes, gana quien históricamente ha defendido la falta responsabilidad individual sobre la miseria ajena.

Belén Zurbano Berenguer. Cuando escribí esta columna, mi desazón subía al ritmo de las magdalenas en el horno. Qué mejor consuelo que un poco de azúcar y limón para la derrota amarga de quien, aun no teniendo partido, sabe mirar de frente al opositor. Un sondeo de TV3 auguraba los peores pronósticos: la derecha iba a ganar en Cataluña.

Que soy de izquierdas es más una religión que una ideología para quien, con un trasfondo honestamente anarquista, ha de convivir en una sociedad simplista y maniquea: ¿y tú qué, de izquierdas o de derechas? Pero no es porque “pierdan los míos” por lo que hoy puedo, y podemos,  sentirnos gravemente preocupados los que de la derecha no queremos ni “pal puchero”. Hoy se ha confirmado cómo un fantasma recorre Europa.

Primero fue la crisis, luego el rescate – eufemismo- del sector financiero (o sea, dar dinero sin control a bancos que hoy siguen engrosando su cuenta de beneficios) y más tarde las cifras de paro que no bajan, los Estados a la deriva y los recortes sociales. ¿No hemos tenido bastante liberalismo por un tiempo?

No nos llega para final de mes, comprar pisos –decentes- no está al alcance sino de unos pocos, apenas hay trabajo y lo poco que hay o es “en negro” o en precario… ¿me puede explicar alguien quién vota masivamente a la derecha? ¿por qué gana otra vez una Merkel que cada día hace más guiños hacia lo que no es el centro? ¿por qué Obama –y no era precisamente un sociata pero vaya, en el contexto, pase- baja a una velocidad de vértigo en las encuestas? ¿por qué gana CiU en Cataluña?

Ideológica y moralmente me pregunto cómo puede votarse a una derecha que tradicionalmente -y siguen- pretende la desprotección social, el más acérrimo libre mercado que ya vemos las consecuencias que nos ha traído y la xenofobia más absoluta. Sobre todo porque esa población doliente que se queja y se queja de lo mal que le van las cosas es la que tendría que reclamar al Estado protección, garantías y servicios, y no darle el poder a quien cree que el Estado oprime la libertad empresarial e individual.

Un fantasma recorre Europa, pero esta vez es el de la derecha auténtica.

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