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Algunos estamos absolutamente hartos de desperezarnos entre condenas, desayunar con investigaciones, almorzar doble con exigencias y comisiones y finalmente irnos a la cama con un vaso de leche y unas cuantas amenazas de sanciones.

Belén Zurbano Berenguer. Y no porque nuestro interior pacifista -¿a alguien en su sano juicio le queda de eso en el mundo de atrocidades retransmitidas, es decir conocidas, en que vivimos?- se resienta. Qué va, es que ante tanto comunicado de enfado, afrenta explicitada en los medios de comunicación, declaraciones de intenciones… se piensan “esos que mandan” –y no, no son el “Club Bilderberg”-  que ya nos basta. Que se honran así las memorias de los fallecidos (¿asesinados? Asesinados si el criterio de proporcionalidad aún no lo confundo), que así se castigan las vejaciones y se evitan más masacres.

Israel es una nación sin escrúpulos que practica el terrorismo de Estado ante los ojos de la comunidad internacional y de cada uno de los ciudadanos que nos asomamos a la porción de mundo que los medios nos quieren enseñar.

Puede leerse en Público que la página web proisraelí entre la que figuraba como socio nuestro querido ex (el ex es lo querido) presidente con ínfulas de rey –todavía no se me olvida la boda de la niña- ha cerrado y que la inminente “Iniciativa de Amigos de Israel” parisina se ha suspendido por “motivos de imagen”. Luego dicen de Obama y sus guerras necesarias, pero es que, con organismos blandurrios y amigos de esta calaña –que huyen cuando las cosas se ponen feas por miedo a sincerarse sobre sus posicionamientos íntimos- más vale kalashnikov en mano que, ya saben, ciento volando.

Pero pese a la impronta belicista a que nos lleva la impotencia generada por la inoperancia de quienes tienen el poder –y la obligación- para contestar a las injusticias, a algunos, nos gustaría seguir pensado que volar, volar es posible…

Ícaro

Ya no soy la roca que golpean las olas,

Por mi no volverá a llorar el cielo,

Y mi corazón vuelve a ser de hielo,

Para que así mi alma pueda volar a solas.

Ahora soy un pez que nada en el mar

Viajando sin importarme el destino

Porque mi fin es vivir el camino

Y no aquello de llegar a algún lugar.

Bajo el agua todo es oscuridad,

Un frío del color del viento

El lugar donde mejor me siento

Sólo en esta inmensa soledad.

Algún día recordaré lo que antes era,

Roca que creyó ser un ángel enamorado

Que desde el fondo de aquel acantilado

Volaba con sus alas de cera.                                                            

Javier Serrano

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