Belén Zurbano Berenguer

Imaginemos a la familia Williams: James y su esposa Cindy; los tres hijos, Kate, Douglas y Henry; y la abuela Elisabeth (…); James es un hábil corredor de bolsa, jovial y respetado, muy aficionado a la pesca. Cindy, brillante diseñadora de modas, ha presentado varias colecciones en televisión. La familia Williams se dispone a cenar bajo la cálida lámpara del comedor, protegida del viento, la oscuridad y el infinito, inquietante ajetreo del exterior; se dispone a cenar en la segura intimidad de una casa, esa barrera que los hombres imponen a la naturaleza y contra la que van a chocar todas las asechanzas…” 

 

Belén Zurbano Berenguer. “…se dispone a cenar –y un bote de ketchup circula ya de mano en mano- cuando de pronto hombres armados derriban la puerta con explosivos, irrumpen en la habitación entre gritos de amenaza, obligan a las mujeres Williams a desnudarse, destrozan el vídeo, el televisor y los ordenadores, pintarrajean leyendas obscenas y terribles en las paredes, defecan encima de la mesa, empujan, insultan y manosean, violan cajones, armarios y gavetas, roban joyas y dinero, se comen el contenido de la envera y esparcen la basura por el suelo, arrancan la cortina de la ducha, los cuadros, las lámparas del techo, acuchillan los sillones, atan las manos a los hombres Williams, los ponen contra la pared y, antes de marcharse, disparan al papá James en medio de la cara”.

(…)

Imaginemos ahora una escena ya casi insignificante para la sensibilidad, que no nos dice nada, que apenas roza la superficie de nuestra conciencia; imaginemos que los hombres armados se apoderan del pozo, arrancan los olivos y borran los nombres de los Taher, irrumpen en su casa, desnudan a las mujeres, destruyen el mobiliario, defecan sobre la mesa, pintarrajean las paredes, roban el dinero, atan a los hombres, matan al papá Samir, rompen la cabeza al niño Mohamed, hacen abortar a la mamá Hamisa y dinamitan el edificio en el que viven y que hacen esto todos los días desde hace cincuenta años”. (S. Alba Rico: Vendrá la realidad y nos encontrará dormidos)

Palestina, ¿cambian las sensibilidades?

Y los ojitos miserables europeos –los periódicos que se olvidan, los políticos que se lucran, los ciudadanos que no llegan a pagar la lavadora a plazos- cierran el izquierdo para no ver esta miseria consentida, pero abren el derecho para observar un velo que por lo visto les molesta muchísimo (por lo que de opresor tiene, encima).

El de Obama fue un Nobel de la Paz precipitado y excesivo, críticas que acabaron de redondearse cuando habló de guerras necesarias. Clamor pacifista occidental… guerras necesarias, ni justas, existirán jamás en la moral “progresista” –de discurso- europea. Claro, porque en las que hemos metido las narices no lo eran: Irak, Afganistán. ¿Por qué no Palestina? … Creo que a esto lo llaman algunos “espiral del disimulo”: en el discurso estamos concienciados de las libertades, no queremos que nadie esté preso en un ropaje –Francia encabeza la lucha contra el velo-  dentro de nuestras fronteras, estamos por los derechos y libertades civiles… pero si un poco más allá las matan, violan, torturan… ah… se siente, presidente, esto no es Irak. No tenemos qué ganar.

No quiero pensar en cuantos de los que criticaron las guerras necesarias cogerían un Kalashnikov y con él en los brazos abrirían la puerta a los intrusos. Esta es la doble moral europea y occidental: criticamos cosas que llevaríamos a cabo si nos afectasen, entramos en unas guerras y en otras no según criterios puramente oportunistas (réditos, riesgos) y sobre todo, enmendamos a nuestro antojo el mundo que nos rodea pasando por encima de todo lo demás.

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