La de gente a la que he visto triste estas navidades. Agobiados por el dinero, por las reuniones familiares y por el frío que impide llevar bonitos –y escuetos- trajes de noche. Porque no saben como sentar a papá y a mamá en la misma mesa o como sobrellevar la exorbitante ingesta de comida a la par que una dieta que los haga parecer figurines de spot publicitario

Belén Zurbano Berenguer. Todo es más simple y más molesto. Los ricos ganan un 27% más -¿crisis? sólo para los proletarios, dónde íbamos a llegar-, Pizarro –nuestra Junta “imparable”- invita a los diputados a hacerse de la hermandad del toro –al resto que nos den, estos son nuestros políticos conciliadores- y Rouco para variar habla. Ya nos ha advertido –una vez más, creerá este señor que somos sordos, lo de “otra opinión, distinta” ni se le pasa por su alumbrada cabeza- de la maldad congénita que conlleva el aborto. Y además hizo su ratito de apología de la familia tradicional. Pues nada, ya puede fenecer en bendita paz y hacer compañía a San Pedro con su cristiana conciencia tranquila. Y mientras unos no la espichan, otros tiramos como podemos en unas fechas en exceso emotivas, más para los que no creemos en el nacimiento de nadie pero que reparamos en las faltas de la mesa de Nochebuena.  
 
Bienvenidos al maravilloso mundo de las traiciones navideñas. Conclusiones de año que no queremos escuchar, decepciones políticas, suculentas cenas que hacen temblar nuestro equilibrio gastronómico, regalos que ni queremos ni podemos pagar. ¿Los necesitamos realmente?
 
No pasa nada, 2010 se planta ante nosotros con el descaro de quien –aún- no ha hecho nada. Y puede ser un buen año. Siempre cabe esperar que ante la crisis consigamos un cambio de paradigma más sostenible. Con el medio ambiente, pero sobre todo, con nosotros, con los seres humanos que sufrimos y luchamos día a día. A lo mejor este es el año de sacar de nuevo las sillas de plástico a las calles y charlar relajadamente en verano. No se me ocurre mejor forma de matar el tiempo y el calor cuando en la calurosa Andalucía se va la luz por sobrecargas de tensión. Ahorramos, nos comunicamos con el entorno, superamos las dificultades sin fastidiar los recursos de generaciones futuras… la de cosas que se hacen bajando sólo la silla a la calle, quién lo diría.  Hasta podemos aprender a vivir con menos objetos materiales –esto es urgente, nos vamos quedando sin un duro para comprarlos- y refugiarnos en los tradicionales recursos: la familia, la casa de la vecina, los amigos, los compañeros de curro, los vecinos del barrio, el panadero de la esquina.
 
Éste puede ser el año de las bicicletas, las sonrisas, la calma, los paseos y las caricias. Sólo depende de nosotros. Y… «yes, we can».
 

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