Cada verano, aprovechando las vacaciones de los niños o el descanso en los trabajos, muchos marroquíes residentes en el extranjero se desplazan a su Marruecos natal para compartir junto con familia y amigos unas semanas de descanso en su tierra.

Esta travesía en barco desde las costas gaditanas a las tangerinas es una constante estival desde hace años. Ni es un fenómeno nuevo ni tiene visos de desaparecer. Cada año, los tumultos, los atascos, los retrasos y los conflictos en los puertos de Algeciras, Tarifa, Tánger Ville y Tánger Med son la tónica habitual. Y algunas de las situaciones que se viven en nuestro país son francamente deleznables.

Este año, hemos tenido que, por necesidad como casi todos, realizar nuestro viaje familiar en las mismas fechas y he vivido en carnes propias la OPE, “Operación Paso del Estrecho”, para mi consiguiente estupor y vergüenza en relación a determinados acontecimientos como la gestión de los embarques operados por la compañía FRS en el puerto de Tarifa.

Este puerto, de tamaño pequeño, es el que acoge a un menor número de pasajeros. Sin embargo, dada la gran cantidad de personas que cruzan durante estos días por él es necesario seguir un control rígido de los embarques que, minimice, en la medida de lo posible, las dificultades que puedan surgir mediando un gran volumen de personas en pocos días muy concretos.

Esta compañía, con un sentido peculiar del orden y del respeto por el cliente, permite pasar y formar fila para embarcar a cualquier coche que se acerque al puerto. Ya tenga billete para el próximo barco o para dos días más adelante. Es decir, obvia absolutamente el compromiso que ha adquirido al venderte un billete en una fecha y horario concreto. Con lo cual, tú que te has creído lo de llegar una hora antes del embarque (¡inocente!), te encuentras un par de horitas antes – por precaución- en un puerto atestado de gente y más aún de coches, muchos de los cuales tienen billetes para otras horas o, incluso, otros días. Todo ello bajo un sol de justicia y un personal que solo te indica, de malas maneras y sin mirarte a la cara, que a la cola, que vas el último.

El lío que se arma es monumental. Pues, si bien es legítimo acercarse al puerto cuando uno llega extenuado de un viaje pongamos desde Bélgica, para esperar a su embarque, tomar un refrigerio e, incluso, descansar, lo que es a todas luces menos razonable es que la compañía permita entrar a todo el mundo al puerto y formar desordenadas y tumultosas filas sin importarles la posesión o no de billetes, embarcando a los viajeros por orden de llegada. Porque, además, la compañía, con los barcos saturados y el puerto hasta las trancas de coches y con retrasos de 12 horas, sigue vendiendo billetes a yupies de Marbella con rubias adosadas en el asiento del copiloto que no paran de comentar histriónicamente que van a pasar diez días en la Mamounia de Marrakech. Los niños sudorosos de pelito pegado al cogote, sus madres que llevan días aseándose con toallitas y yo los miramos desesperanzados y muertos de calor.

El caos resultante de esta forma de gestión (entre otros avatares) es el que ha aparecido en las noticias: puertos saturados, colas interminables, conflictos y peleas. ¿De qué sirve comprar un billete con fecha y horario si luego el embarque va a obedecer al criterio de “tonto el último”? ¿Cómo continúan vendiendo billetes cuando se ven obligados a retirar barcos de un puerto para ponerlos en otro porque no pueden gestionar el volumen de plazas vendidas?

Para más inri, a las reclamaciones interpuestas responde la compañía que obedecen para este tipo de estrategia de embarque indicaciones de la Guardia Civil, quien, explícitamente, niega la mayor alegando que ella no tiene competencia sobre cómo ordena una compañía privada sus embarques. Todo ello, además, en una carta modelo que recibimos todos los que interpusimos queja.

El trato que se ofrece a las personas que cruzan el estrecho después de duros días de viaje con la ilusión de compartir con los suyos sus únicos momentos de reposo, me sonroja. La displicencia, la falta de calidad en la gestión y el trato prepotente que se ofrece (seré justa: en ocasiones), me avergüenza. Todos viajamos en las mismas fechas, es decir, cuando los trabajos lo permiten, y todos por los mismos accesos, es decir, por los puertos que son los únicos que nos permiten cargar a nuestras espaldas con algo más que una maleta de 21 kilos. Estos no son argumentos que justifiquen, por más que los usen, la mala gestión de los puertos gaditanos y en concreto de compañías como FRS, sino la evidencia de que por muchas experiencias similares que vivamos, si no tenemos empresas (y personal) a la altura de la circunstancias especiales que suponen dichas fechas, no seremos capaces de ofrecer un tránsito eficaz y agradable.