¿Y si nos riéramos más? ¿Y si nos riéramos?

Este viernes he tenido la suerte de asistir a las primeras Jornadas conmemorativas del Día Mundial de la Risa. Y no las han organizado un club de payasos, una asociación de risoterapia o un club de alternativos convencidos de esos que beben zumo de zanahoria a todas horas.

Estas particulares jornadas se han desarrollado, al calor del esfuerzo de grandes profesionales sanitarios, en el hospital universitario Reina Sofía de Córdoba y nos han dejado a más de uno con un extraño poso de alegría en nuestro interior. Será porque es cierto que la risa tiene efectos fisiológicos o porque la calidad y calidez humana puesta de manifiesto en esas sesiones deja buen ánimo.

Seguro que no soy la única que se ha sentido perdida, desconcertada, a veces incluso ‘dudosamente’ tratada, cuando ha acudido a un hospital e incluso a un centro de salud. No sabes de qué trastorno te hablan, dónde se encuentra el control de oncología ni que eres ‘la habitación 38’. Pues bien, con la excusa de la risa, del humor, lo que estos profesionales plantearon en las jornadas constituyen un vuelco en la relación con esas personas que acuden a esos sitios. Porque más allá de pacientes, usuarios… sólo somos personas. Todos.

Personas que tenemos que reflexionar sobre lo que somos, lo que hacemos y lo que realmente queremos ser y hacer. ¿Qué pasa cuando los médicos, que se hicieron médicos para ayudar y salvar vidas, consiguen una bata blanca? ¿Qué se les rompió por dentro para obviar que lo que tienen delante es una persona, a aquella que les motivó para empezar su carrera? ¿por qué se da esa brecha, esa distancia entre personas que ayudan y personas ayudadas? Podríamos hablar también de enfermeros y celadores. Incluso, de otras profesiones humanitarias en las que hacerse partícipe del dolor ajeno no revierte negativamente a la profesionalidad, y sin embargo no llegaríamos sino al mismo punto. ¿Enfría la ciencia la humanidad cuando realmente está dedicado a salvarla?

En las jornadas se apuntaron motivos varios, pero sobre todo, se insistió en que se puede cambiar, en que podemos ‘maleducarnos’, ser un poco ajenos a esas normas que dicen que si eres un buen profesional, no puedes acercarte, acariciar, llamar por el nombre, hacer reir, reírte.  Que medicina, enfermedad, está reñida con calidez, con risa, con buen humor. Hoy yo también tengo una sonrisa para todos. Y ríanse si quieren J

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