Imagen: Antonio Marín Segovia en Flickr

La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha indicado que la violencia contra la mujer es un problema mundial de proporciones epidémicas (OMS, 2013). Por lo tanto, es importante definir a qué nos estamos refiriendo cuando hablamos de violencia de género y su impacto, para abordar este problema.La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha indicado que la violencia contra la mujer es un problema mundial de proporciones epidémicas (OMS, 2013). Por lo tanto, es importante definir a qué nos estamos refiriendo cuando hablamos de violencia de género y su impacto, para abordar este problema.

No podemos olvidar que muchas de estas mujeres son también madres y sus hijos sufren igualmente esta violencia. En 2015, en España se llevó a cabo una macro encuesta sobre violencia de género realizada por el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad. Los datos indicaron que, de todas las mujeres con hijos, cuando ocurrieron los episodios de violencia el 63,6% presenció una o varias de las situaciones de violencia. De estos, el 92,5% tenía menos de 18 años cuando ocurrió el incidente y, por otro lado, el 64,2% también sufrió esta violencia.

Respecto a los agresores, el Séptimo Informe Anual del Observatorio Estatal de Violencia contra la Mujer (2015) señala que el 90,7% de los agresores fueron el padre de los hijos, seguidos por la actual pareja o esposo de la madre (8,1%).

Diferentes estimaciones indican que esta situación afecta a unos 800.000 niños en España (UNICEF, 2006) que están inmersos en situaciones de opresión y control y viven una relación basada en el abuso de poder y la desigualdad. A menudo también están expuestos a la manipulación por parte de los padres en situaciones de separación o divorcio, como interacciones abusivas durante la visita, etc.

Por lo tanto, la violencia de género no solo afecta a las mujeres, sino que también lo hace, inevitablemente, a los niños que viven con el agresor y la víctima, sufriendo los efectos de esta violencia y presentando problemas de otro tipo en su desarrollo psicosocial.

La intervención con niños expuestos a la violencia de género ha sido apoyada desde hace varios años por diferentes organismos internacionales. La Resolución 1714 (2010) del Consejo de Europa reconoce que la violencia perpetrada contra la madre es una forma de abuso psicológico contra el niño, con consecuencias potencialmente graves para su ajuste psicosocial.

El Convenio del Consejo de Europa sobre la prevención y la lucha para acabar con la violencia contra la mujer y la violencia en el hogar (Convenio de Estambul, 2011) establece en el artículo 26 la necesidad de proteger y apoyar a los niños testigos, afirmando que:

«Las partes tomarán las medidas legislativas o de otra índole necesarias para que en la prestación de servicios de protección y apoyo a las víctimas se tengan debidamente en cuenta los derechos y las necesidades de los niños testigos de todas las formas de violencia incluidas en el ámbito de aplicación del presente Convenio».

Entre otras acciones, se incluye la promoción de una atención integral especializada, multidisciplinaria, legal, psicológica y educativa para niños dependientes de mujeres que sufren violencia de género.

Intervención con menores víctimas de violencia de género

Numerosos estudios indican que aspectos como el funcionamiento positivo de la madre, la cohesión familiar y los servicios de apoyo actúan como factores protectores en el desarrollo psicosocial de los niños que han estado expuestos a la violencia de género. Por lo tanto, en términos de intervención, hace unas décadas, comenzaron a desarrollarse programas fuera de nuestro país, dirigidos a estos niños y orientados hacia el tratamiento individual sobre reacciones traumáticas, o a través de programas educativos y grupos de apoyo.

La evaluación de estos programas ha mostrado resultados prometedores. Por ejemplo, se ha visto que las madres y los niños que participaron en programas grupales para niños expuestos a violencia de género, o programas de trabajo con la díada madre-hijo, redujeron su comportamiento agresivo y sus niveles de ansiedad y depresión y mejoraron sus relaciones tanto con la figura materna como con sus compañeros.

La especialización de los profesionales es clave para desarrollar programas dirigidos a reducir los comportamientos problemáticos de los niños y sus actitudes y creencias perjudiciales sobre la aceptabilidad de la violencia. El objetivo es que mejoren su capacidad de enfrentarse a ella a través de:

– Habilidades de seguridad.

– Resolución de conflictos.

– Habilidad para identificar y regular las emociones relacionadas con la violencia.

– Reducir el nivel de estrés postraumático.

– Mejorar la seguridad y las habilidades de sus madres.

Aunque los avances son lentos, en los últimos años se ha observado una creciente conciencia entre las instituciones en cuanto a la situación de los hijos de mujeres víctimas de violencia de género.

La evolución es notable, pero estos esfuerzos siguen siendo insuficientes. En la macro-encuesta de violencia de género en 2011 el 53,3% de las mujeres con hijos menores indicaron que estos niños sufrieron directamente situaciones violentas en algún momento, y en la edición de 2015 la cifra aumentó al 64,2%. El número de muertes infantiles en casos de violencia de género, con tres niños muertos y cinco casos investigados en 2015, podría también superar la situación de 2013 y 2014 con 6 y 4 casos respectivamente.

Conclusiones

En los últimos años ha habido un cambio significativo en la preocupación de los investigadores, las administraciones y los profesionales en relación con el cuidado de los niños expuestos a situaciones de violencia de género.

Los resultados de las investigaciones son unánimes en destacar el impacto significativo que la exposición a la violencia de género tiene sobre los niños. Esta evidencia ha llevado a cambios sustanciales en el marco legal y protocolos ya existentes en situaciones de violencia de género, dando prioridad a la intervención con los niños.

Las diferentes directrices de intervención han insistido en la necesidad de formar profesionales de diferentes áreas para abordar el reto de trabajar con los niños y mejorar sus condiciones de vida, así como contribuir a la resolución de sus dificultades.

Y aún se necesitan más recursos para seguir investigando sobre violencia de género. La privacidad en que se produce esta violencia, los obstáculos para que las mujeres presenten denuncias oficiales, la dificultad de acceso a las víctimas, la distorsión que a veces sufre la información recibida y la necesaria confidencialidad de esa información dificultan la obtención de indicadores precisos.

También es necesario unificar criterios en el ámbito jurídico para garantizar la protección de los menores en situaciones de separación, divorcio, órdenes de restricción, etc., para que las medidas tomadas sean de interés para el niño e incluyan una supervisión adecuada de las visitas y la comunicación de los menores con sus padres.

Esto debe ir acompañado de los recursos humanos y materiales suficientes para redirigir la intervención de las diferentes áreas involucradas en violencia de género y así, sin perder de vista la intervención con las mujeres víctimas, dar un papel central a los menores, adaptar los servicios a sus necesidades y proporcionar la especialización que requieren también los profesionales de la psicología, quienes brindan la intervención para los niños expuestos a situaciones de violencia de género y para sus madres.

Todavía queda un largo camino por recorrer que requerirá un despliegue importante de recursos para implementar todo esto.

Referencia:

Rosser Limiñana, A. (2017). Children exposed to IPV. Legislative changes, research and good practice in Spain. Papeles del Psicólogo, 38(2), pp. 116-124.