sara iglesias 120516

Cada día nos inducen a pensar, en nuestra sociedad postindustrial, que la vejez es sinónimo de soledad, de enfermedad y de fealdad. No es una afirmación aleatoria, sino que tiene su fundamento en la publicidad que vemos cada día en la televisión, la que escuchamos en la radio o incluso en los pie de página de algunos periódicos, en los que se anuncian clínicas de cirugía estética.

“Dando tiempo al tiempo el mozo llega a viejo”

-Anónimo-

Nos instigan continuamente a “esconder” nuestra vejez, ya sea con cremas, maquillajes, infiltraciones de toxinas o, incluso a golpe de bisturí.

Han creado un negocio entorno a la “nueva enfermedad del S.XXI”, que no es más que un proceso natural y una etapa vital por la que toda persona debe pasar. En la actualidad vivimos con un principio equívoco: si no eres joven no eres válido.

Esto es algo que nunca ha ocurrido en la historia de las civilizaciones hasta ahora. La ancianidad siempre ha sido relacionada con sabiduría y con respeto. Los mayores eran los educadores de los jóvenes, los que guiaban a los juniors en sus iniciaciones con la vida. Y por ello eran respetados, y sus sugerencias acatadas.

Nos han hecho creer que, una vez perdida la juventud, todo está perdido. Pero entonces ¿En qué etapa de la vida lo tuvimos todo? En ninguna.

Cuando somos jóvenes carecemos de experiencia para las diversas circunstancias que la vida nos va regalando. Tampoco tenemos mucho dinero, con lo cual no podemos vivir todas las experiencias que deseamos: viajar, disfrutar de todos los festivales o visitar los principales monumentos. Sin embargo, sí poseemos la fuerza, la energía y la vitalidad.

Cuando llegamos a viejo, contamos con la experiencia y, posiblemente, con algo más de dinero que en nuestra mocedad, pero solemos estar más cansados y menos enérgicos.

Con lo cual, la etapa perfecta, para la inmensa mayoría de los mortales, es irreal.

Lo ideal es vivir cada una de estas etapas con conciencia del momento. Disfrutarlas, llenarlas de proyectos y llevarlos a cabo.

No tenemos que ocultar nuestra sabiduría con cremas anti-age, debemos agradecer cada año vivido, puesto que cada uno de ellos es un trofeo más, y tener muchas medallas colgadas es sinónimo de algo virtuoso.

Cuidar el físico y llevar una vida sana es totalmente recomendable, pero no hay que confundir estos principios con la guerra abierta a las arrugas.

La vejez no nos pone feos. Este es un mito recientemente arraigado en nuestras consciencias. Psicólogos han demostrado que hasta los treinta años la cara que uno tiene no es responsabilidad propia, pero después de los treinta, sí.

Realizaron investigaciones de la cara y descubrieron que todo resentimiento o discusión, va a la cara después de los cuarenta. Es entonces cuando uno ya es responsable de la cara que tiene.

Lo que no es sinónimo de fealdad es la edad, puesto que, a veces, también vemos a gente joven con tantas preocupaciones, estrés o rencor que su cara también luce arrugada.

Nacida en Aracena, Huelva, siempre ha estado muy vinculada a la ciudad de Sevilla y su idiosincrasia particular. Se instala en ella hace nueve años para formarse como educadora en lenguas extranjeras....