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Equipos de investigación de la UCA trabajan mano a mano con arqueólogos, documentalistas y conservadores en lo que se ha venido a llamar Arqueometalurgia y que consiste en la búsqueda de la información que se esconde detrás de los objetivos recuperados de las profundidades.

Sevilla Actualidad. Las profundidades marinas de la Bahía de Cádiz constituyen un verdadero tesoro arqueológico. Las civilizaciones que han pasado por la zona dejaron sus huellas en forma de objetos que sirven hoy de pistas para conocer mejor el pasado. No obstante, todo este legado está bajo el agua y se necesitan expertos que traten este patrimonio con el rigor y primor científico que se merece.

Precisamente, una de las áreas de trabajo de la Unidad de Buceo Tecnológico y Científico (UBTC) bajo la dirección del profesor Manuel Bethencourt es la Arqueometalurgia, línea de investigación interdisciplinar en la que miembros de la Universidad de Cádiz colaboran con arqueólogos, documentalistas y conservadores en la búsqueda de información tecnológica, cultural e histórica de objetos y contextos arqueológicos. Este Servicio

Técnico Homologado de la Universidad gaditana, instalado en el Centro Andaluz de Ciencia y Tecnología Marinas (CACYTMAR), lleva desde 2004 colaborando con la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía en el esclarecimiento de los misterios subacuáticos de la Bahía.

En concreto, en sus trabajos de Arqueometalurgia los expertos acometen dos líneas principales. Por un lado, investigan la naturaleza química de los materiales encontrados bajo el mar, como instrumento para datar los objetos o descubrir el uso que tenían en el pasado. Por otro lado, con sus conocimientos sobre el comportamiento de los materiales en medio marino, aportan recomendaciones o técnicas que permiten conservar o estudiar in situ los hallazgos.

En el apartado de datación, en la actualidad los expertos están analizando forros de cobre que recubrieron buena parte de los navíos de finales del siglo XVIII y mitad del siglo XIX. Oficialmente, el uso del forro de cobre comenzó en 1761 en la fragata británica Alarm, como mecanismo de protección de la madera frente el ataque del Teredo navalis, más conocido por “broma”, un molusco bivalvo que penetraba en la madera de los cascos de las embarcaciones.

Con estos datos históricos y una caracterización química y metalográfica del cobre con el que se confeccionaba el forro, los expertos pueden determinar con cierta aproximación la época y el país al que pertenece el navío. “Los análisis químicos pueden indicar la edad aproximada y la procedencia del barco, ya que cada país utilizaba aleaciones con diferentes impurezas en la fabricación de la plancha.

El análisis metalográfico permite estudiar la impronta dejada por la tecnología con la que fueron fabricados, que también varió en el tiempo”, explica Bethencourt. Esta técnica se puede extrapolar a otras investigaciones, ya que el análisis químico y estudio de la estructura cristalina de un determinado metal pueden aportar información muy útil en la datación de los materiales metálicos.

En cuanto a las estrategias de conservación, el experto apunta que las peculiares condiciones físico-químicas que se dan en el medio ambiente subacuático permiten, en la mayoría de los casos, que se alcance un cierto grado de estabilidad en estos restos materiales. No obstante, cuando las piezas arqueológicas se sacan a la superficie son necesarias técnicas de conservación adicionales.

Desde la UBTC se estudian nuevas técnicas de recuperación y tratamiento de los materiales según su naturaleza, que permitirán a los conservadores evitar la degradación de los objetos. Al entrar en contacto con el oxígeno del aire, muchos de los objetos que componen el patrimonio arqueológico subacuático se vuelven altamente inestables, dando lugar a un rápido deterioro del objeto. Para evitar este proceso, se requieren tratamientos de estabilización entre los que destacan, por ejemplo, los tratamientos electrolíticos en baños alcalinos, que permiten la extracción de una parte importante de los cloruros ocluidos en el material.

Datación versus conservación

En muchos de los naufragios presentes en la Bahía de Cádiz, el único material de superficie se reduce a una serie de grandes cañones recubiertos de gruesas concreciones minerales, que ocultan a la vista del arqueólogo las marcas de fundición, sellos o relieves que permitirían la identificación del objeto, pero que sirven de barrera frente al medio marino que los rodea. Ante ese obstáculo se plantean dos alternativas donde t se confrontan los criterios de investigación y conservación: o renunciar al conocimiento histórico del pecio en pos de la conservación in situ de los objetos que los componen, o bien extraer los objetos para su documentación.

En el primer caso se produce la situación paradójica de conservar y proteger un yacimiento absolutamente desconocido a nivel histórico. En el segundo caso, hay que asumir un alto coste de conservación y la destrucción irreparable del contexto arqueológico.

En estos casos, la UBTC aporta sus propias soluciones. Así, han desarrollado un sistema combinado de desconcreción de zonas puntuales y control de la corrosión una vez abierta la capa protectora, que permite obtener documentación sin poner en riesgo su conservación en el contexto arqueológico.

La desconcreción se realiza con herramientas neumáticas y manuales usadas de forma alternativa en función del substrato mineral. El registro arqueológico es el objetivo final del proceso de desconcreción in-situ y se produce cuando aparecen datos relevantes de interés arqueológico. Los diferentes métodos de registro están adaptados a la naturaleza del dato arqueológico que pretenda ser documentado, existiendo tantos métodos como tipos de datos.

“Se emplean básicamente los moldes flexibles de silicona, la fotografía y el video. Todo el proceso se controla mediante la medida de potenciales de corrosión y pH, que permiten conocer en cada momento la situación del objeto en el diagrama de Pourbaix, que representa las regiones de estabilidad termodinámica de las especies para los sistemas metal–electrolito, en los casos de cañones y el agua de mar”, explica Bethencourt.

Una vez finalizado el trabajo de documentación, la zona desconcrecionada del objeto ha de aislarse nuevamente del medio agresivo. Para ello se emplean resinas epoxi de dos componentes, que protegen al objeto mediante el aislamiento que se produce al interponer una película sólida y continua entre el metal y el medio corrosivo.

Los expertos han aplicado esta técnica en cañones asociados a barcos hundidos en la batalla de Trafalgar como el Bucentaure y el Fogueux.

El mar como elemento integrador de investigación

Según su director, la Unidad de Buceo Tecnológico y Científico (UBTC) de la Universidad de Cádiz trabaja de forma multidisciplinar, abordando de forma integrada todas las facetas del medio marino. “Existen departamentos de ciertas universidades que abordan únicamente aspectos de biología o de arqueología. No obstante, nosotros somos los únicos de España en ofrecer un servicio integral en áreas tan distintas como la industria naval, la biología, la geología, la oceanografía física, la arqueología, los materiales y la química”, comenta Bethencourt.

En el mar, todos los procesos ocurren de forma conjunta y los expertos de la UBTC aportan una visión científica global, ya que son investigadores relacionados con las distintas áreas de las Ciencias y Tecnologías Marinas. “Hemos realizado trabajos tan diversos como análisis de la corrosión en materiales portuarios, la recolección de organismos indicadores del cambio climático o la obtención de especies de interés para la industria farmacéutica”, explica el director.

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Licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla, empezó en la comunicación local y actualmente trabaja para laSexta. Máster en Gestión Estratégica e Innovación en Comunicación, es miembro...