Me iré a Tenerife, participaré en un congreso con ponencia incluida y me enriqueceré académicamente, si los controladores quieren. Acudirá a esa reunión de trabajo fundamental para su carrera, si los controladores quieren. Viajarán por primera vez a Alemania para ver a su sobrina, si los controladores quieren.

Belén Zurbano. Por momentos pareciera en un pasado reciente que el común de los españoles tuviéramos que plegarnos a los designios de los controladores aéreos resignando al olvido el tradicional “si Dios quiere” por un más moderno “si los controladores quieren”.

Hacía tiempo –y con nuestra caterva política esto tiene mérito- que tamaña desfachatez no nos asaltaba la bilis. Pero España no es país de mesura, y en plena crisis de credibilidad financiera han tenido que llegar los controladores –la jet set del proletariado si es que esto no ofende al propio Marx, ¡válgame qué dolor cuando se autodenominan “trabajadores”! y eso que lo son- a darnos el empujón final. Ni más ni menos que convocar un estado de alarma para conminarlos amablemente a trabajar.

Lo que nos consuela a muchos es el desprestigio social en el que ellos sólos se han querido confinar. Media España pugna por echárselos a la cara y decirles una cuentas verdades: que de tan bien pagados podían dejar los labios juntitos uno sobre el otro, que flaco favor nos hacen a los que de verdad tenemos convenios laborales pésimos, que no se crezcan porque nunca es tarde para empezar a doblar de veras el espinazo, que gracias por decidir que no nos merecíamos unas vacaciones después de llevar meses aguantando esta situación de crisis de todo y, que si de alguno de nosotros dependiera estaban todos en la puñetera calle, como se suele decir.

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