Y qué si levanto la voz, por Belén Zurbano

El viernes pasado tuve la oportunidad de disfrutar de las palabras de Ramón Cotarelo en un contexto inmejorable: juventud, Universidad y reflexión sobre el Mayo del 68. Ante las diversas manifestaciones públicas de estos nuestros políticos en contra de este movimiento, Cotarelo, hombre peculiar a simple vista y polémico donde los haya, devolvió el sentido al esfuerzo de toda una generación.

Belén Zurbano. Una generación que está donde está porque unos inmigrantes ahora denostados volvieron de lugares donde les habían tratado con la punta del pie. España fue una gran emigradora, ¿lo recordábamos? Ayer, unos “inmigrantes allí” ayudaron a la vuelta, con su “riqueza” y su fuerza de trabajo, –lo mismo que los de ahora-  a hacer del país lo que es hoy.

Sobre todo, Cotarelo puso de manifiesto ante los ojos expectantes de muchachos y muchachas a los que hasta yo sacaba varios años, imágenes y lemas de ese “Mayo del 68 francés” del que muchos ni habrían oído hablar. “Prohibido prohibir” (Il est interdit d´interdire), “debajo de los adoquines, la playa” (Sous les pavès la plage), fueron algunos. E imágenes de las barricadas que pasaba en la presentación power point al ritmo y orden que debe regir en su cabeza.

Pero algo debió de hacer mal esa generación de emigrados  y de hijos de emigrados cuando la panda de imberbes que acudió a la cita –y entiendo como cualquier humano lo que un viernes a la una de la tarde supone- no adoptaron, ni por un segundo, el más mínimo atisbo de la seriedad requerida por el acto. Y sólo silencio e interés exigía la cita.

Frases como “Isaiah Berlin sí que es un liberal, los de ahora son tan liberales como Primo de Ribera” conseguían el regocijo de unos y hasta echaron a otros del aula. Eso lo vamos entendiendo más quienes a pesar de la hora conseguíamos mantener la boca cerrada.

Y si de algo quiero acordarme y quiero transmitir, es desde luego su reflexión sobre el relativismo, al que tanto ataca la derecha y germen del odio visceral que ésta le tiene al Mayo del 68. Porque, como Cotarelo expresaba, el relativismo no es más que el respeto a los demás, el convencimiento de que nadie está en posesión de la verdad, la duda eterna de la humildad, el respeto preventivo. Y claro, eso, molesta. Porque implica que no “semos los mejores” –aunque los trajes los hayan robado de las arcas públicas en una clara ostentación de su inteligencia y pragmatismo ahorrativo-, que sus “ideas” no son las únicas –si es que las tienen- que pueden “salvarnos de la crisis” –aunque contribuyeran a ella con sus recalificaciones de terrenos de dudosa legalidad y sus planes urbanísticos criminales-, que incluso no hay por qué adelantar elecciones. Que hasta Garzón puede no ser tan malo.

Por eso quizá él titulaba su ponencia “Mayo del 68 tiene la culpa de todo o la utopía que no cesa”.

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