Belén Zurbano Berenguer
Es época de regalos y ya me empiezo a agobiar. Ni se qué regalar a los demás ni tengo muy claro qué quiero. Necesito ropa, podría decir, que es muy socorrido. Pero no, necesidad es, según ese organismo de cabecera en mi vida –la RAE señores, la RAE-“carencia de las cosas que son menester para la conservación de la vida”. Si yo tuviera que sobrevivir con mi ropa lo haría, de hecho lo hago.

Belén Zurbano Berenguer. Los regalos son noches en terrazas de amigos que te miran y te ven. Tintos con limón de por medio, calor sofocante ahogado con catarsis emocional que mi interlocutor aguanta con estoicidad. Y quizá una hamburguesa de esa multinacional odiosa que queda tan cerca de tu casa. Que me escuches, que seas tú ese amigo en el que siempre pienso cuando necesito consuelo, y que sé que alegrará mis tardes –de cafelitos sí- y mis noches, de “no sé lo que ha pasado pero me estoy contenta”. Que salgamos de un bar al amanecer con cara de circunstancias y lo primero que encuentre sea tu mano pequeñita pero fuerte que me ofreces para intentar que mantenga el equilibrio. Un buen regalo es cuando me llamas “pequeña” y no me dejas que esté triste. Cuando nos pasamos hablando las tres horas que tardamos en llegar a los Caños y no nos cansemos de escucharnos. 
La suerte es que tu sonrisa perenne emane esa alegría de vivir que además es contagiosa, que siempre estés al otro lado del teléfono y que te salgan tan buenos los macarrones con “de todo” y nata. Y que te rodeen siempre personas que son tan como tú, y dejan que te disfrutemos desde el cariño, entrando a formar parte de nuestras vidas también sin que notemos que entran, con sigilo de armonía y buen rollo en la mirada. Porque Carmen es un sol nene, lo es.
Ojalá todos los que corren estos días –y los que nos quedan amigo, y los que nos quedan: poco dinero, prisa y largas colas, ¡es Navidad!- de escaparate en escaparate, tengan la tranquilidad de llevar ese regalo siempre con ellos: la certeza de que hay alguien en sus vidas  a quien sólo recordar cuando no se está cerca ya es un placer.
¿Un cinturón? ¿El último de Vetusta Morla? ¿Una cena dónde más te guste? ¿Un libro de esos que no sé nunca si te van a interesar? No sabría que regalarte que te hiciese tan feliz como tú haces a los que te rodean. Y mientras voy pensando, te regalo un trocito de esas cosas que pocas veces digo, pero que no dejo se sentir nunca.
 
Dani, tú, eres el mejor regalo del mundo. Por los cumples que te quedan, porque pueda verte feliz cada uno de los años que espero seguir compartiendo contigo.