Belén Z.B. en Y qué si levanto la voz para SevillaActualidad
De consuno y sin palabras elegimos no olvidarnos; tú no borrarme de tu memoria –memoria de muerto que dudo que tengas, pero que de existir estoy segura estaría llena de tu “querida nietecita”- yo de mi cabeza joven y amueblada con tus colores. 

Belén Zurbano Berenguer.El primer recuerdo que viene a mí, sin respetar la línea temporal de nuestra convivencia, es El Mundo de Sofía. Flaco favor le hiciste a mi mente inquieta abuelo con ese libro. Más tarde llegaron el “si la cólera no le tuviera”, el “con la Iglesia hemos dado” –que no “topado”, sí, abuelo, sí- y que qué son los fijosdalgo.
 
“Qué baratas me van a salir las nietecitas”, decías apurado cuando después de nuestros largos paseos nos llevabas al bar a tomar el aperitivo y mi hermana y yo solo queríamos un vaso de agua. Aún veo tu media sonrisa de orgullo silencioso cuando la abuela y yo, que íbamos paseando, vimos como a una mujer le reventaba una bolsa de naranjas yo las recogía rápido del suelo. Como me habíais enseñado, como yo había visto que había que tratar a los demás. La bolsa se había roto por el fondo y la señora no sabía como darme las gracias. Qué tontería pensé yo, pero la abuela subió corriendo a contártelo todo.
“Tenéis que estudiar, no sabéis la envidia que me dais”. Porque tú con 17 ya estabas en una guerra. Y mira por donde nos dio por estudiar. Qué mentira más gorda esa de “nos dio”, qué egoístas y vanidosas tendemos a ser las almas jóvenes. Nos distéis, tú, la abuela, nuestros padres. Pero sobre todo tú, con ese libro de Sofía y ese examen rutinario cada vez que nos veíamos. Aún conservamos tus notas con los conceptos que nos tenías que preguntar: poliédrico, sinécdoque, de consuno.
Pero más que todas esas palabras nos han quedado las maneras. Ese “talento” que nos rogabas cuando cruzábamos la puerta para ir al mundo. Quizá no aprendiéramos del todo tu sabio consejo de no discutir sobre política ni sobre religión, pero nos caló el respeto por las personas, la consideración con los mayores, y una infinita curiosidad de conocimiento que para tu sorpresa, alternamos con gusto por la cocina, el punto y las cervecitas al sol cordobés, o sevillano, depende. 
Esto es el recuerdo de mi abuelo, pero son muchos los abuelos que ya se fueron y nos dejaron sus vivencias, sus “batallitas”. Y muchos los que quedan. Qué pena que la gente no se levante del asiento cuando los ve tambalearse en el autobús. 
 
«Solo quiero que vengas y me desarmes, 
Como un poema, violento y suave, 
Solo quiero que te olvides las llaves, 
Cuando el sol temple la calle». 
Pablo Povedano