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El cartel que protagoniza la campaña del Ayuntamiento de Sevilla para conmemorar el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer ha provocado el rechazo de los movimientos feministas y no sin razón.

Lejos de visibilizar y denunciar las violencias que sufren las mujeres por el hecho de serlo, el cartel se centra en estereotipos, contribuyendo a consolidar los mitos en torno a que esta violencia la sufren determinadas mujeres, en determinados contextos, dificultando la labor pedagógica y de sensibilización que se exigen al Consistorio.

La imagen, elaborada por jóvenes con la mejor de sus intenciones sin lugar a dudas, es tremendamente simbólica y hay que analizarla en clave educacional: ¿qué entienden las personas jóvenes que han diseñado el cartel por violencias basadas en el género? ¿Son capaces de identificar situaciones de agresividad o violencias en su cotidianeidad? ¿Detectan comportamientos violentos más allá de la prostitución y de la vestimenta? ¿Cómo han sido educadas sus miradas para entender de este modo las violencias de género?

La campaña es doblemente inoportuna. En primer lugar, por el mensaje, sin duda. El concepto que se transmite parece cuanto menos algo distorsionado. Pero, en segundo lugar y más grave, es el amparo institucional prestado. Ideas, propuestas y diseños (hay que recordar que el cartel es el ganador de un concurso entre estudiantes no universitarios) puede haber tantos como sensibilidades, niveles de conocimiento de las violencias y pericia estética pero es responsabilidad de las instituciones, en este caso del Ayuntamiento de Sevilla, el seleccionar aquella propuesta que sirva a los fines de una campaña para conmemorar el #25N. ¿Ésta es la apuesta del Consistorio para contribuir a la erradicación de las violencias, relegarla a un problema de prostitución e Islam?

Con una mirada reduccionista y estigmatizadora de estas realidades se contribuye a totalizar el problema de las violencias contra las mujeres como un problema de otros y otras que dificulta la comprensión de este fenómeno en su globalidad. Impidiendo así la asimilación de la complejidad de estas violencias y su gran diversidad de manifestaciones. De este modo, conductas y agresiones violentas cotidianas (acoso sexual callejero, control, amenazas, discriminación, cosificación del cuerpo femenino en los mensajes mediáticos…) se invisibilizan detrás del uso propagandístico del burka.

Siempre es cómodo situar el problema de las violencias en contextos otros, alejándonos de la responsabilidad de no hacer lo suficiente para garantizar una vida libre de violencias a mujeres y niñas pero desde el compromiso exigible al Ayuntamiento y existiendo una gran variedad de propuestas potentes y sensibles no había necesidad alguna de empapelar toda la ciudad con un mensaje tan desafortunado y ofensivo.

#lasviolenciasdegénerosonotracosa

#revisemosnuestramiradasobrelasviolencias

Una de las campañas que han llegado estos días hasta mí es la del Instituto de Educación Secundaria Inmaculada Vieira y que contiene dos elementos fundamentales para entender las violencias contra las mujeres en el marco joven-adolescente: el amor y el silencio. Enhorabuena.